Si este domingo no tuviera prisa llegaríamos a la tarde menos cansados, aun el brillo del sol calentaría la vereda donde los perros del barrio esperan mientras duermen. Dediqué una canción un domingo de enero después de su despedida, al día siguiente la borré para creer que su abandono fue una mentira. El domingo –junto a la mudanza- dejamos el aliento y el agobio, nos alejamos para regresar a través de un pequeño río transparente, sosegado e impermanente como las fisuras del pensamiento.