Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de diciembre, 2010

el regalo del MAS

VENDEDOR DE HISTORIAS

Es una de las tantas personas que conozco, creo que desde 1994, cuando a mi casa tocaba, siempre a las dos de la tarde y decía "pancito ocho por un boliviano, hay blanco y negrito". El pan siempre llegaba caliente, húmedo por el vapor que se concentraba en la bolsa. Durante tres años compré su pan, luego cambié de casa y lo veía en la calle, cada vez más cansado arrastrando en una mano la gran bolsa llena de bolsitas con pan. Sé que vive por la salida al aeropuerto, una vez lo vi por esa zona bajar del micro. Han pasado tantos años, es uno de los personajes que pasean las calles, invisibilizado por la bulla de la ciudad, quizá muchos sepamos de él, pero no sabemos su nombre, es el vendedor de pan de esta ciudad, el testigo que camina solitario, cuánta memoria, cuántas imágenes guardará, cuántas historias tendrá para contar. Si escribiéramos un poco sobre lo que escucha y ve un día cualquiera, tal vez podríamos comprender lo que es esta ciudad de Sucre, ahora cerca al año 201

estamos en la ciudad

PARA ROMPER CON LOS PREJUICIOS

Entre las características urbanas que presenta la ciudad de Sucre, no quedan desapercibidos los puestos de comida, ubicados generalmente en las esquinas, en las plazas y parques, es pues, un referente de encuentro, de descanso y de libertad, digo esto, porque las casetas de comida no sólo posibilitan satisfacer una necesidad, sino también dan la posibilidad de romper con ciertos prejuicios que impiden vivir libremente, de esta manera ingresar a un escenario que hasta hace algunos años estaba reservado a los sectores populares, felizmente los puestos de comida han roto ese "privilegio" y hoy es posible asegurar que estos espacios posibilitan el encuentro intercultural, además de ser un símbolo tentador para romper con nuestro imaginario de clase media.

CANSANCIOS QUE TRANSFORMAN

Me quedé esperando al descanso, mientras pasaban las ilusiones amarrado a mis brazos preferí que la memoria de vueltas por mis ojos y es así que el cansancio transformó el rostro, las manos, las uñas y los pies quedándome fuérfano de la soledad