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Mostrando entradas de enero, 2019

EL QUERIDO RECO

Reco me sigue todas las mañanas mientras paseo con mis perros por alrededores de la calle donde vivo. Asume el papel de guardaespaldas de Lucho y Nena (mis perros), en ese rol, interviene con apronte cuando algún perro pretende oler el trasero de nenita o muestra sus caninos ante el ladrido provocador de luchito, entonces, Reco pone su cuerpo entre ambos para ahuyentar al atrevido intruso. Conocí a Reco hace diez años cuando empecé a vivir en la calle Ayacucho, lo veía en las noches en compañía de tres niñas quienes jugaban lanzando trozos de pan y él saltaba, aullaba y se tiraba al pavimento con las patas al cielo, “parece garrapata”, decía una de las chicas, en tanto Reco seguía frotando su gruesa espalda en el cemento. Luego, las acompañaba al parque haciendo gala de sus nuevas amistades corriendo detrás de los autos en un intento desesperado por morder las llantas, debido a esa costumbre muchas veces regresó cojeando y su piel conserva hasta hoy secas

ENERO

El aguacero de esa noche no impidió a Cecilia salir de su casa. Caminó despacio frotando su cuerpo por las paredes, casi de puntillas bordeaban sus pasos para no despertar a los perros que acurrucados se arrimaban en las puertas. Se detuvo en un poste de luz y observó a las gotas que caían en los adoquines y se convertían en burbujas que se desvanecían al bajar por la calle angosta.  Cecilia se sentó en la acera, como provocando a los charcos que de rato en rato se estrellaban en su rostro cuando los autos y las motos pasaban raudamente. Su blusa logró la transparencia y el pantalón fruncía sus piernas delgadas. De pronto, se escuchó el abrir brusco de una puerta que desde adentró llamaba a Cecilia. Ella se paró, se arregló el cabello y caminó con prisa por la calle angosta, en tanto, la lluvia seguía cayendo. Javier Calvo V. Enero de 2019