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Mostrando entradas de diciembre, 2017

NANET ZAMORA DAZA: “PINTAR ES MI DESTINO”

El cielo prometía una mañana lluviosa entonces apuré mis pasos por la Azurduy, la Abaroa y finalmente trepé la calle La Paz, por Huayrapata, me detuve frente a una pequeña tienda y pregunté dónde vivía Nanet Zamora. Antes de ese día, conversé con él durante algunos minutos mientras esperábamos la premiación a los ganadores de un concurso de dibujo y pintura. Fue cuando acordamos la entrevista y sin comprometer a la memoria pidió que le haga recuerdo. Conocí sus cuadros así como quien conoce el cielo en una postal, mi apreciación sobre ellos no pasaba de una ensoñación ignorante. Acercarse a este artista en sí representaba un desafío, sentía que su obra desafiaba ciertos prejuicios que hasta entonces yo había construido. Correspondía ser puntual ese lunes de octubre. Toqué el timbre -oculto detrás de la puerta del jardín- cuando el reloj marcaba las 10 en punto. Casi inmediatamente salió Nanet Zamora y me invitó a entrar. Cruzamos un corto pasaje, ahí se escondía el Toyota

LO REAL

Al final, lo único real es la imaginación, reeditada cada instante, lo demás no existe.

PARTIR

EXCESOS

Muchas veces le advirtió que no era buena idea sorprender a la muerte. Con él aprendió a reír y cantar en el pretil de la acera.  Deambulaban de puntillas por los rieles mientras la ronca voz del maquinista les carajeaba y los perros callejeros corrían a la par confundiendo su ladrido con la chirriante frenada de las ruedas de acero. Su debilidad fue el cigarrillo. Postergaron muchos compromisos y abandonaron el deporte y las reuniones sociales por unas fumadas. No importaba la marca, el tamaño ni las grietas. Una noche, bajaron rumbo a la casa de ella fumando el Derby de cajetilla naranja, sus pasos parecían navegar sin dar sosiego a los pulmones y los puchos se prendían y botaban, se prendían y botaban. Pasaron por su casa y volvieron a subir. “…te vi palidecer, me viste palidecer, transpiramos caliente y frío hasta que en la puerta de la universidad comenzaste a vomitar, y yo, vomité en la puerta del hospital”. Reía y limpiaba los labios de él con un pañ