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Mostrando entradas de septiembre, 2016

“La casa de la fuerza”

A diferencia de los espejos, el teatro nos ayuda, no empuja, incluso, nos obliga a vernos de verdad. Con demasía cumplió ese objetivo la obra de Diego Aramburo que se presentó ayer en Teatro 3 de Febrero, en el marco del Festival Internacional de la Cultura. Muy jodida la obra porque desde un principio nos introduce en espacios de permanente confrontación con nosotros mismos, al punto de llegar a odiarnos. Odiar al amor como fetiche, a la mujer como cosa y estereotipo de sufrimiento. No acostumbro admirar a las personas y menos a los artistas, pero anoche sentí una profunda admiración que incursionó en la envidia por esas imillas y esos changos que gritaban tan fuerte y tan seguido que se atragantaban las palabras, mas no importó porque el grito rompió el libreto, ellas y ellos parecían salir del escenario y estar en la plaza 25 de Mayo para gritar frente al frontis de la gualala, “Pendejos hijos de puta…”. La sobriedad en una sociedad mentirosa, ya no cabe, “La

DEFECTOS

Cuidar los defectos, puede ser arriesgado. De pronto se arrepienten y deciden pintarnos de amarillo, azul y rojo.  Qué sería de este espejo retorcido que no conoce más que a la ventana. Mira cómo se arrincona la ciudad ante este paso desequilibrado, mira cómo se cierran las puertas y cómo termina la luz. Siempre tuve miedo a las persianas, pensaba que en cualquier momento interrumpiría el señor de las grandes jeringas, entonces, yo tendría que correr detrás de la tarde.  Ahora, estos defectos triturados saltan uno tras otro para alcanzar a la ciudad que está tan lejos y que lleva consigo caretas, capas y cruces.  Estos caprichosos defectos decidieron cambiar de nombre y esperar en la esquina, tal vez así la ciudad los lleve en su próximo viaje.