(De la serie Domingo...) A diferencia de otros días, por lo general, son silenciosos sus amaneceres. A esa hora es fácil distinguir el calor del pan, el olor del periódico y la densidad de la brisa helada. Nadie tiene prisa, solo el repique de las campanas que, a pesar de su agitada insistencia, no logra despertar a los perros vagabundos que se retuercen frente a los hilos de sol. Así son los domingos, despreocupados y somnolientos para algunos; agonizantes, tristes y hambrientos para otros. Javier Calvo V.