Despertó. Su nublada mirada tardó en reconocer el enorme árbol. Se incorporó y vio que a su alrededor se extendía una pradera, como un mar aletargado. Los pájaros silbaron en un coro desordenado, sus alas se apilaron y apuntaron el vuelo al centro del cielo. Las ramas perdieron el control por el viento que chocó contra ellas, las nubes cubrieron el horizonte e hicieron del día la noche. Andrea corrió desesperada hasta que cayeron sus piernas, el cuerpo se enfrió de repente, los ojos se perdieron en la oscuridad y al alma la encontró detrás de una ventana. Muy lejos estaba el enorme árbol, sin pájaros ni hojas. La pradera respiró como el mar. Despertó. No abrió los ojos. La noche infinita fluye igual que el río transparente. Javier Calvo Marzo 2023