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LA VEJEZ




Hoy, se desecha fácilmente para presumir tener algo nuevo, con más frecuencia los tachos de basura revientan antes que llegue el recolector, los hospicios están más llenos que las terminales, los correos se cierran por falta de envíos, agonizan los ring, ring de los teléfonos fijos. Todo, todo lo desechamos porque ahora el camino a la vejez es más corto.

Hoy, la ancianidad es la antesala de la muerte, por eso, lo viejo asusta y repugna. Pero que tontos somos, debemos entender que la vejez olvidó brillar para alcanzar la libertad, es cuando escasean los recuerdos, los antojos casi inexistentes, se come porque se tiene que vivir, se viste para no sentir frío y se habla lo suficiente para no perder de vista al silencio, al futuro, prácticamente se dejó de mirar, es el presente que culmina con el sueño y renace con el ruido de la calle.

   Las fotografías de este DERETIRO intentan mostrar –de algún modo- la vejez de las cosas, los árboles y las personas, esa vejez que alcanzó la libertad porque aprendió a no esperar.




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