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Mostrando entradas de octubre, 2024

ROCÍO

  Sus manos están erosionadas. Manchas negras ondulan por sus huesos, dejan ver grietas extendidas; dedos temblorosos, uñas largas y gruesas. Así la encontré. Ella me enseñó a fumar, “como los machos debes hacerlo”, decía, ponía el cigarrillo en los labios, cerraba los ojos y aspiraba por largos segundos hasta que el último aliento abría un pequeño espacio en la boca de donde escapaba el humo gris, se elevaba una catarata desafiante a la gravedad. Las comisuras flexionadas mostraban una leve sonrisa. Rocío le decían sus amigos, pensé que así se llamaba; pero no, una noche -en una de las acostumbradas caminatas que solíamos hacer por la ciudad- me contó que sus padres la bautizaron como Cecilia; pero, como en la escuela muchas se llamaban así, decidió presentarse como Rocío. -¿Cómo el rocío de la mañana? le pregunté. -No, más bien como la Rocío de una película japonesa que vi cuando fui niña. Ella aprendió a tocar el violín después de reconocer que su mente tenía un modo par...