La avidez frenó a las palabras, empujó al camino y a los rieles pero no me enseñó a flotar. La avidez provocó que las lágrimas lleven tu nombre y confundió al sudor que encerrado estaba en mí. Esta avidez impuso el pasado y el futuro, es la que se afana en marcar el tiempo y entristecer tras su partida.