Cuidar los defectos, puede ser arriesgado. De pronto se arrepienten y deciden pintarnos de amarillo, azul y rojo.
Qué sería de este espejo retorcido que no conoce más que a la ventana. Mira cómo se arrincona la ciudad ante este paso desequilibrado, mira cómo se cierran las puertas y cómo termina la luz.
Siempre tuve miedo a las persianas, pensaba que en cualquier momento interrumpiría el señor de las grandes jeringas, entonces, yo tendría que correr detrás de la tarde.
Ahora, estos defectos triturados saltan uno tras otro para alcanzar a la ciudad que está tan lejos y que lleva consigo caretas, capas y cruces.
Estos caprichosos defectos decidieron cambiar de nombre y esperar en la esquina, tal vez así la ciudad los lleve en su próximo viaje.
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