Hace algunos días, un amigo me llamó por teléfono para avisarme que había conseguido muchos discos en MP3 con canciones de los años 80 y 90, además de libros que, en aquellos años, estaban "de moda"; su emoción no le permitía cerrar la boca y esperar mi respuesta, por lo que continúo hablando sobre sus nuevas adquisiciones, por ejemplo, los dibujos animados de la década del 80, las telenovelas, las publicidades, pero fue más lejos, me dijo que había conseguido un aparato Betamax, que le permitiría ver las películas que él hasta hoy las guardaba, repetía frecuentemente que nada se compara con lo que se producía y se hacía en aquellos años, desde la música, la forma de vestir y peinar, de bailar, de soñar, de pelear y de amar.
Al final, se comprometió a prestarme los "nuevos" discos adquiridos para que yo los queme en mi computadora (por lo menos no me sugirió que los grabe en un tres en uno).
El mal humor cundió en mí pero no fue lo suficientemente valiente como para decirle que no me interesaban sus obsesiones por el pasado, por el contrario, sólo acepté pasivamente su ofrecimiento.
El mal humor cundió en mí pero no fue lo suficientemente valiente como para decirle que no me interesaban sus obsesiones por el pasado, por el contrario, sólo acepté pasivamente su ofrecimiento.
Ahora me pongo a reflexionar sobre ese asunto tan popular denominado los "clásicos" en música, películas, libros y otras cosas más, que por la facilidad que ofrece la piratería y el internet, hoy podemos trasladar al espíritu hacia el pasado y cerrar los ojos al presente.
A veces nos detenemos en nuestras preferencias y las inmortalizamos, sin dar opción a nuevas propuestas estéticas, creemos que lo poco que conocemos es lo mejor sin dar la menor oportunidad a nuestro espíritu para recibir nuevos aires.
Recuerdo que un día, prendía la grabadora y escuché las canciones que durante varios años acompañó a mi adolescencia, adelante, retrocedí y todas las canciones sonaban igual, entonces comprendí que ya no me decían nada, por lo que fui en busca de nuevas opciones musicales y poco a poco fui encontrando variedad de artistas, propuestas literarias, sociológicas y políticas, fue como volver a encontrar la emoción que había sido eclipsada por el pasado, así caminé por muchos años con estos artistas e intelectuales, como si siguieran mis pasos y mis sueños, como si fueran una motivación, pero como todo se agota, también ellos se hicieron pasado y que ya no decían nada.
Felizmente no faltan los buenos amigos para recordarte que todavía hay un mundo por descubrir, es decir, más belleza, más y nuevas propuestas estéticas que se hicieron y se hacen en el mundo.
Con él sí intercambiamos música, desde los ritmos funk, bossanova, jazz, blues, tango, electro tango y fusiones que van desde él rock, disco, folclore, salsa, etc. Músicos francés, sudafricanos, mexicanos, argentinos, norteamericanos que hoy han logrado ponerle punto final a antiguos versos, así permitir que me enamore, una vez más, de los singulares momentos que me proporciona la música sin atribuirle un sello con las circunstancias, con el dolor, la felicidad o la libertad, sólo es belleza y ella no tiene calificativo para encerrarla en una burbuja.
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