Hay advertencias que, por ser ciertas y obvias, ofenden a la racionalidad, pero también hay respuestas que caen en el simplismo y en la majadería. Cuántas veces me han advertido que si continúo fumando me moriré y la respuesta salta de manera rápida, apresurada, como si el cigarrillo hiciera hablar y estaríamos ahí para defender, “de algo hay que morir” pero también hay la respuesta que de manera cobarde le echa la culpa al cigarro, “no puedo dejar este vicio de mierda”, y así uno pasa los años entre la advertencia obvia y el cinismo o la cobardía.
Seguramente existen variadas motivaciones para fumar, como para no hacerlo o en el mejor de los casos para dejarlo, están las posibilidades y las prioridades. Sobre las consecuencias de fumar se ha escrito muchísimo que incluso irónicamente los fabricantes están obligados a difundir este tipo de advertencias en las cajetillas.
Pero estoy aquí con 27 años continuos de fumar una serie de marcas, que de acuerdo a mis ingresos económicos fueron cambiando, a veces me preocupa esta situación y confieso que alguna vez me propuse dejar, pero ha sido más fuerte mi convicción de apostar por el placer que por una vida sin dolor. He reflexionado tantas veces, a la par de la tos que de cuando en cuando me molesta.
Cada quien tiene un símbolo que le identifica, que da esencia a su naturaleza que va más allá de ser un buen o mal tipo, me refiero a peculiaridades que sin ellas uno deja de ser, así tenemos personas que comen todo el tiempo, a pesar de saber que les puede llevar a la tumba, otros más bien pasan haciendo dieta sabiendo que también están en un proceso suicida o los que se embriagan sin medir el dinero ni la irritación de su hígado, en fin cada quien construye a lo largo de su vida cierto tipo de “vicios” que sin ellos dejarían de dar color a su historia, es decir sin ese detalle sería difícil contar con objetividad la vida de muchas personas, claro que no quisiera que me recuerden por fumador, pero en lo que a mí se refiere, escribo mi historia como la de un chuma (en condorito) que hace tantas cosas que no están ligadas a su vicio, pero cuando nos imaginamos a él, está su cigarrillo colgando de su labio.
Si recordamos pasajes de la vida de un amigo, familiar o de uno mismo, encontramos símbolos de su identidad, por ejemplo, cuando recuerdo a algunos amigos se me hace imposible no vincularlos con su forma de actuar, a unos les causa la muerte, a otros les hace bien o simplemente no les causa ni bien ni mal, cada uno de estos símbolos acompaña su vida como una sombra fina.
Así, el fumar es un símbolo que rebasa a la intención y como dice Joaquín Sabina, “uno aprende a vivir con sus vicios”, signo de su libertad, es una mancha y como tal es el testigo de cada una de las circunstancias. Sin el cigarrillo en mí, no puedo verme, como seguro no se podrán ver los que realizan una serie de rutinas diarias que hacen bien y matan.
Quizá un día deje de fumar, intentaré escuchar música de diferente manera, seguro me sentaré frente a la computadora y trataré de concentrar las ideas con los dedos atados y tal vez, así, construya otra sospecha que dé placer a mi elucubración.
2011
Comentarios