Expliqué a todos que no te esperaba, fingí mi desconcierto y hasta prometí echarte de casa, a tiempo de escribir tu nombre y repasar los versos que describan tu retorno. Los vecinos pintaron los semáforos de verde y el señor de la tienda canceló la deuda, mis amantes se emocionaron y bordaron las toallas. El jefe consideró subir mi salario y los amigos hicieron una colecta para el brindis de bienvenida.
En casa, todos reforzaron las puertas y ventanas, las abuelas sacaron brillo a las rejas y el gato afiló las uñas junto al perro que desde ese día se puso en apronte. Los más pequeños se propusieron vaciar la despensa, por si acaso tú llegaras con hambre.
¿En qué momento tocaste la puerta? ¿acaso estaba dormido? o ¿preferí dar vuelta el colchón?
Escuché cuando tocaste y te dijeron que no vivía ahí, comprendiste la mentira y tu generosidad se transformó en decepción. Entendí que no volverás a insistir, pero me reconforta saber que otros te dejaron entrar y sin preámbulos bebieron por ti sin pensar quién limpiará el salón.
Partiste en octubre, desde entonces te canto en silencio, te imagino y no quiero perderte una vez más.
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