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BOLIVIA… ETERNA NOCHE DE FUSILES



-¡¡A desalambrar a desalambrar!! –Cantábamos- mientras subíamos las angostas calles de Potosí con el cristo crucificado como estandarte rodeado de banderas y estribillos 

-¡El pueblo unido jamás será vencido! –Gritábamos- y desde las ventanas oscuras más de uno abucheaba. 

-¡¡Comunistas!! 

El mismo tono utilizaron los dictadores cuando culparon de todos los males a los rojos comunistas, sin serlo en realidad. 

En ese tiempo ser comunista no tenía que ver con creer en Dios o ser marxista, solo marcaba el referente de quienes luchaban por la democracia. 

El 10 de octubre de 1982 Siles Suazo jura como presidente, luego de dos interinatos civiles y más de 15 años de gobiernos militares. Al cabo de sus primeros 100 días de gestión, los trabajadores volvieron a las calles para protestar contra el “paquete hambreador”. A partir de entonces es común marchar contra el gobierno, sea quien esté en él, agarrarse a pedradas con la policía y entonar el Himno Nacional cuando los gases lacrimógenos parecen vencer a los petardos y estribillos, así lo hicimos contra la inflación (1982-1985), el 21060 (1985), la relocalización (1986) y otros replicaron estas acciones contra la privatización (1991). Entendíamos en esos años que estar en la movilización se trataba de vivir o morir. 

-Todo lo hemos perdido, no tenemos nada… no nos queda otra que luchar hasta morir. –Decían los mineros al momento de partir en la última “Marcha por la vida” (1986). 

-¡De último momento! –Exaltan las radios en todo el país- 14 de julio de 1946. La plaza Murillo está rodeada de estudiantes, maestros, militantes del Partido de Izquierda Revolucionaria (PIR) e intrusos. Nadie sabe la situación del presidente Gualberto Villarroel, quien dice no ser enemigo de los ricos, pero que es más amigo de los pobres. Llegó al poder con el apoyo de los militares patriotas de la guerra del Chaco (Razón de Patria RADEPA) y civiles nacionalistas, entre ellos Víctor Paz Estensoro. 

El locutor toma aire, corta la marcha militar que acompañaba su relato. Silencio… eterno silencio. 

¡El presidente Villarroel está muerto! ¡Lo mataron! –Dijo- y volvió a callar. 

De los balcones del Palacio Quemado cayó su cuerpo y luego lo colgaron de uno de los faroles de la plaza Murillo. En adelante siguió una serie revueltas armadas llamadas por entonces “revoluciones” protagonizadas principalmente por mineros de Potosí, Oruro y los fabriles de La Paz. 

Cinco años después, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) con su líder Víctor Paz en la clandestinidad gana las elecciones (1951), pero el presidente Mamerto “Chivo” Urriolagoitia antes de traspasar la banda presidencial renuncia y entrega el gobierno a los militares que anulan las elecciones. Los mineros denuncian el fraude y culpan a la rosca “Minero – Feudal” de no reconocer el voto popular. Paulatinamente las movilizaciones se radicalizan en gran parte del país y el 9 de abril de 1952 lo fabriles, mineros y clase media, junto a los carabineros (policías), se enfrentan a los militares en las calles de La Paz. Corre sangre por los adoquines, se ven cuerpos agonizantes, yacen jóvenes en el centro paceño y heridos solitarios detrás de las barricadas. La junta militar declara su derrota y entrega el poder al MNR, ganador de las últimas elecciones. 

Se inaugura un largo periodo nacionalista con gobiernos civiles y militares (1952 – 1985). Tiempo de bayonetas, guerrillas, asesinatos, persecución, exiliados, cortos periodos democráticos, inflaciones, marchas, estados de sitio, caminatas interminables, dinamitazos, gasificaciones, golpes de Estado, huelgas de hambre, quema de edificios, secuestro de presidentes, largas filas por pan, fraudes, pactos de gobernabilidad, …días en que se cruzaron con facilidad los ríos de sangre. 

Con la llegada de los liberales al palacio (1985) los cocaleros interrumpen el orden con bloqueos, los maestros y cívicos suelen hacer huelgas de hambre y los universitarios gritan hasta el cansancio “Presupuesto para la U”. Así ingresamos al nuevo milenio con bloqueos agonizantes en el chapare y en la zona altiplánica de La Paz, el Mallku y Evo Morales hacen sufrir a los viajeros, a los empresarios y a los militares que, en algunos casos, fueron asesinados a patadas. En las ciudades, seguíamos como antes, sin trabajo, pobres, maleducados, atrapados en la corrupción y la rutina, con cientos de prejuicios, intolerantes y abusivos con los que viven y piensan distinto… con las ganas de creer en algo. 

-Cualquier cosa puede ser mejor que no tener nada. –Me dijo un amigo que años después trabajó con Santos Ramírez y con él entró a la cárcel por corrupción. 

“¡Ni un átomo de gas para Chile! ¡Asamblea Constituyente!”. Gritan las huestes en la planicie alteña. 

El 2003, La Paz nuevamente es escenario de enfrentamientos, de consignas, de marchas, de mentiras y verdades a medias que provocó la muerte de 60 aimaras y la huida del presidente gringo Sánchez de Lozada. 

Cuando ganó Evo Morales (2005) muchos nos alegramos y confiamos –sin decirlo- que algo bueno podía llegar, reconozco también que la desilusión comenzó el día de su posesión cuando en su discurso –entre lágrimas- hizo énfasis sobre la discriminación que sufrieron los indígenas desde 1492 y acusó de esto a los colonizadores, a los neoliberales, al imperio, a los ricos y vende patrias y a los de culo blanco, lo dijo con odio, con sed de venganza. Así lo sentí. Invocó a los achachilas y la Pachamama para que guíen su mandato y recordó lo que un día habría dicho Tupac Katari “Volveré y seré millones”, a la vez de confirmar que llegaron (los indígenas) al palacio para no irse nunca más. Esa noche del 22 de enero volví a Sucre, no pude dormir durante el viaje. Recordé lo que un día comentó un viejo amigo de la “J” (Juventud Comunista Boliviana. JCB). 

-No solo hay que destruir al enemigo, hay que eliminar a su familia, porque si los dejamos vivos, ellos un día se vengarán. 

Desde el inicio de la Asamblea Constituyente (2006) Evo puso como escudo de su denominado Proceso de cambio a los indígenas, colonos, cocaleros, comerciantes, mineros y cuanto advenedizo encontró para que lo defienda. Bajo un viejo adagio fascista “Para los amigos todo, para los indiferentes nada, para los enemigos palo”, muchos accedieron a privilegios, al uso discrecional de los bienes y poderes del Estado, en eso, varios dirigentes masistas se hicieron millonarios y la clase media creció en número junto a sus deudas que lo ahogan hasta el día de su muerte. Con el afán de crecimiento económico, los recursos naturales se arrasan sin piedad ni clemencia. Al final, se naturalizó el amedrentamiento a quienes piensan de manera distinta… se institucionaliza la mentira, el miedo y la intimidación 

¿Quién se calla?/ ¡Nadie se calla! 

¿Quién se cansa?/ ¡Nadie se cansa! 

…gritan los jóvenes en todo el país luego de las excesivas pruebas de fraude que habría cometido el Movimiento Al Socialismo en las elecciones del 20 de octubre de 2019 y que permite la reelección de Evo Morales, a pesar de la prohibición constitucional y del Referéndum del 21 de febrero de 2016. 

18 días de paro cívico nacional acompañado con manifestaciones multitudinarias en los nueve departamentos, se exige una nueva elección. Del otro lado, los mineros, ponchos rojos y cocaleros -con ayuda de la policía, del chicote y la dinamita- le dicen a Evo que no está solo. Ambos grupos se enfrentan en La Paz, Santa Cruz y Cochabamba con graves consecuencias: tres muertos y más de 100 heridos. 

-¿Cómo está la situación? –Pregunta mi tía de 91 años- que perdió la vista hace algún tiempo y oye con dificultad. 

-Todo permanece igual, el paro cívico, el bloqueo de calles y continúan los enfrentamientos en La Paz y Cochabamba. –Le dije- 

-¿Ese Evo sigue en el palacio? –Pregunta más de una vez durante los largos días de paro. 

-Sí tía, sigue. –Le respondo- 

-Toda la vida es igual, siempre es lo mismo. Nadie cambia en Bolivia- –Se lamenta- luego acercó el oído a la radio que confirma la muerte de un joven de 20 años, dicen que murió a manos de masistas. 

La policía se amotina en cuatro departamentos y Evo se reúne de emergencia con los comandos de la Policía y las Fuerzas Armadas. Días previos, un desconocido dirigente cívico cruceño llega a La Paz rodeado de una singular parafernalia mediática, de amenazas racistas que se escuchan en la terminal área y sus alrededores, promete –como suelen hacerlo los pastores evangélicos y curas fundamentalistas- que Dios volverá al Palacio y pide a Evo renunciar. El segundo candidato más votado el 20 de octubre, Carlos Mesa, vuelve a denunciar la comisión de un monumental y escandaloso fraude, demanda la renuncia del Tribunal Supremo Electoral y plantea –como solución a la crisis política- volver a votar en nuevas elecciones…



Javier Calvo Vásquez

8 de noviembre de 2019











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