Esa noche, recién conocí el brillo de tu pelo, la resolana de tu voz. Te hiciste memoria,
mas no ausencia, nunca olvido.
Pasamos la noche en tinieblas, recuerdas, dormiste sentada en esa piedra sin cerrar los ojos detenidos en mí, y yo, cubriendo tus pies helados con la sombra discreta de esa puerta desprendida, astillada.
Cuando me alejé de ti, el frío hizo de mi sangre una escarcha fosilizada, esa sangre traviesa que con facilidad reconocía el bálsamo de tu sudor, entonces, volví y, en vez de morir, decidí contemplar tu soñar.
La noche nos extravió en el universo, el silencio, el inmenso silencio destruyó a los temores y celebró por no dejarnos en el abandono, a pesar de vernos circular en sentido contrario.
Javier Calvo Vásquez
31 de mayo 2022
Comentarios