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Imaginarte

 



 

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Vacaciones

  Esperaba la vacación de fin de año porque -por alguna razón que aún desconozco- en ese lapso se extinguían las miradas que durante el año me seguían (así lo sentía) y parecían abandonar su interés en mí; entonces, caminaba más suelto, me detenía a contemplar los escaparates, los letreros luminosos y parado frente a los pequeños árboles de la ciudad, mis ojos convertían a las ramas en un frondoso bosque, al rato ya estaba escondido entre ellas, era como salir del mundo o estar detrás de la ventana. Con las horas comprendí que era más fácil subir que bajar, contrariamente a lo que sucede en otras circunstancias. Valían todas las excusas para salir a la calle sin que medie la obligación de ir al colegio o buscar una tarea. Transitar sin rumbo, arrastrar los dedos por las paredes y detenerse frente a las puertas y ventanas abandonadas donde fisgoneaba por las grietas; alguna vez empujé la puerta e ingresé con cuidado, del techo colgaban tejas, paja y cañahueca; las paredes de adobe gua

CUANDO ESTÉ AFUERA

    Lo primero que hizo fue entrar al baño, se quitó la visera descolorida que llevaba la inscripción borrosa MIR-NM y el perfil de un gallo azul. Sí, se la quitó y la depositó en el tacho de basura. Subió lentamente la mirada y vio su rostro después de diez años. Cumplió la promesa de verse únicamente cuando esté afuera. Los párpados inflados parecían aplastar a los achinados ojos de color café que, al verlos detenidamente, distinguió el fluir de la sangre: Antorcha de fuego marchito que desespera ante el inminente vacío . Sus labios deshidratados perdieron el color, la forma y el deseo. El cuerpo famélico cubierto por la tiznada y erosionada piel. Dejó caer el pantalón de poliéster, la polera roja desteñida y el corpiño con elásticos deshilachados que reprimía a sus lánguidos senos.   El filo de la cadera desnuda había fugado del calzón percudido, quebrado y en desuso. Luego de verse por algunos minutos en el espejo, cerró los ojos, frunció los labios al expulsar una mueca de picardí

GUILLERMO FRANCOVICH

  “La gratitud primigenia es el deberse a otro”, sentenció Heidegger, al explicar que en la gratitud el alma recuerda lo que tiene y es. A. Constante (2005), sintetiza la idea al señalar que la gratitud no es más que el agradecimiento por la herencia recibida. “Gratitud es la respuesta al don recibido. El supremo don es aquello que somos, la dote que somos”.   De ahí, entendemos que la ingratitud es propia de los sin alma que, en el caso de Bolivia, se empeñan en confinar nombres que dedicaron su vida a la producción del pensamiento y a dejar frutos (hasta hoy disfrutados) en las instituciones donde les tocó servir, es el caso de Guillermo Francovich que su hazaña más grande no fue ser catedrático, rector, diplomático, ni recibir reconocimientos en muchas partes del planeta, no, su hazaña -como muy bien apunta H.C.F. Mancilla- son sus libros, a pesar de saber que la “colectividad boliviana recibía sus obras con un silencio de tumba”. Muchas investigaciones abordan el pensamiento de