El viento se mezcló con las sábanas negras en el patio de Andrés. Esa mañana, el silencio decidió ser cómplice de la
intriga que abrió las ventanas mientras la puerta dejaba escapar un leve suspiro.
Al mediodía, el cielo mostró unas extrañas comisuras que detuvieron el aliento de Andrés y deslizaron en su rostro antiguos colores y confundieron en su memoria el aroma de un viejo café que solía aguardar todas las noches a su padre.
Al mediodía, el cielo mostró unas extrañas comisuras que detuvieron el aliento de Andrés y deslizaron en su rostro antiguos colores y confundieron en su memoria el aroma de un viejo café que solía aguardar todas las noches a su padre.
Una ligera brisa invadió el pueblo, luego, el silbido de los pájaros palidecieron las negras sábanas y una sutil ráfaga de luz cerró los ojos de quienes se animaron a transitar a esa hora.
A pesar del silencio reinante, la gente bailó en las calles al son de las banderitas de color, de la mixtura y serpentina. En ese momento las sombras se fosilizaron en el patio de Andrés.
Al día siguiente, en tanto el sol salía, alguien sorbía la taza de café y expulsaba un humo denso de tabaco negro.
Javier Calvo V.
Noviembre del año 2008
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