Gabriel Ferreiro 22 de febrero de 2009
Dentro de pocas horas, esta deleznable película va a llevarse, casi con toda seguridad, el Oscar a la mejor película (irónicamente, uno de los premios cinematográficos más codiciados que existen, aunque su prestigio cada año decae más). Por lo tanto, textos como el que siguen seguramente provoquen que más de uno me tache de snob. ¿Hay algo más snob que atacar ferozmente la película que se ha llevado el Oscar? Sin embargo, he sido uno de los que no se han dejado engañar por una prodigiosa campaña de marketing tan poco creíble como la historia que nos cuenta.
Algunos dirán que esto es un cuento de hadas, y que, como tal, deberíamos suspender nuestra incredulidad. Pero no basta conque un relato quiera ser algo, es imprescindible contarlo bien. El cuento de hadas más maravilloso que se ha filmado es ‘It’s a Wonderful Life’ (Capra, 1946), y nunca se diría que es poco creíble, pues aunque aparezca Dios, San José y multitud de elementos en un principio increíbles, y aunque tengamos un final feliz, el talento de Capra es tal que el cuento deviene obra de arte. Por supuesto estamos en el polo opuesto. No es cuestión de comparar ambas películas. Pero este cuento de hadas en particular es una colosal tomadura de pelo.
Pero si hay algo más desastroso que el montaje, que ya es decir, es su disparatado guión, que pretende que nos traguemos multitud de ideas y situaciones sencillamente absurdas. Resulta que un chaval puede ganar 20 millones de rupias (curiosamente 20 millones de dólares son los que puso una compañía independiente para distribuir la película por todo el mundo cuando parecía destinada al Dvd, cualquiera se lo cree a estas alturas) en un famoso concurso de televisión. Y resulta que sabe las respuestas a las preguntas por situaciones dramáticas de su vida. Y, tal como decía muy acertadamente nuestra comentarista isabelha…¡de forma cronológica! Pero lo que me dio ganas de levantarme de la butaca echando pestes (y no lo hice por respeto a la gente sentada a la que iba a estorbar la vista) fue precisamente la última pregunta del concurso. Definitivamente, los autores de esta película nos toman a todos por imbéciles.
¿Cómo puede una película que toma como protagonistas a varios niños de los suburbios de Mumbai, que viven en la más absoluta pobreza, resultar tan poco conmovedora? ¿Cómo es posible que con tanto supuesto frenesí y locura nos aburramos tantísimo? ¿Cómo puede ser tan torpe una estructura en paralelo que más que retroalimentarse se anula mutuamente? ¿Cómo puede, en definitiva, sumergirse de manera tan superficial y carente de interés por las calles y vidas de una de las ciudades y culturas más atractivas del mundo? Todo esto y mucho más hace una película que podría ser, quizá, la más manipuladora en muchos años de cine.
No nos engañemos, su propuesta está totalmente calculada. De hecho, es completamente lógico que dentro de pocas horas arrase en los Oscars, tal como dice Alberto Abuín, recolectando varios premios importantes. Esta historia de un futuro millonario, que además se enamora de una chica bellísima (la debutante Freida Pinto, que podría ser modelo), buscándola desesperadamente en una ciudad de diecinueve millones de habitantes (no revelo nada si digo que un día la encuentra, como no podía ser menos) es perfecta para Hollywood. Con ella, ese esquema del Hollywood clásico de amores románticos inverosímiles, aventuras con algo de crueldad pero trasfondo optimista, relatos del don nadie que un día alcanza la gloria, se justifica plenamente y vuelve a hacerse vigente.
Algunos dirán que esto es un cuento de hadas, y que, como tal, deberíamos suspender nuestra incredulidad. Pero no basta conque un relato quiera ser algo, es imprescindible contarlo bien. El cuento de hadas más maravilloso que se ha filmado es ‘It’s a Wonderful Life’ (Capra, 1946), y nunca se diría que es poco creíble, pues aunque aparezca Dios, San José y multitud de elementos en un principio increíbles, y aunque tengamos un final feliz, el talento de Capra es tal que el cuento deviene obra de arte. Por supuesto estamos en el polo opuesto. No es cuestión de comparar ambas películas. Pero este cuento de hadas en particular es una colosal tomadura de pelo.
Pero si hay algo más desastroso que el montaje, que ya es decir, es su disparatado guión, que pretende que nos traguemos multitud de ideas y situaciones sencillamente absurdas. Resulta que un chaval puede ganar 20 millones de rupias (curiosamente 20 millones de dólares son los que puso una compañía independiente para distribuir la película por todo el mundo cuando parecía destinada al Dvd, cualquiera se lo cree a estas alturas) en un famoso concurso de televisión. Y resulta que sabe las respuestas a las preguntas por situaciones dramáticas de su vida. Y, tal como decía muy acertadamente nuestra comentarista isabelha…¡de forma cronológica! Pero lo que me dio ganas de levantarme de la butaca echando pestes (y no lo hice por respeto a la gente sentada a la que iba a estorbar la vista) fue precisamente la última pregunta del concurso. Definitivamente, los autores de esta película nos toman a todos por imbéciles.
¿Cómo puede una película que toma como protagonistas a varios niños de los suburbios de Mumbai, que viven en la más absoluta pobreza, resultar tan poco conmovedora? ¿Cómo es posible que con tanto supuesto frenesí y locura nos aburramos tantísimo? ¿Cómo puede ser tan torpe una estructura en paralelo que más que retroalimentarse se anula mutuamente? ¿Cómo puede, en definitiva, sumergirse de manera tan superficial y carente de interés por las calles y vidas de una de las ciudades y culturas más atractivas del mundo? Todo esto y mucho más hace una película que podría ser, quizá, la más manipuladora en muchos años de cine.
No nos engañemos, su propuesta está totalmente calculada. De hecho, es completamente lógico que dentro de pocas horas arrase en los Oscars, tal como dice Alberto Abuín, recolectando varios premios importantes. Esta historia de un futuro millonario, que además se enamora de una chica bellísima (la debutante Freida Pinto, que podría ser modelo), buscándola desesperadamente en una ciudad de diecinueve millones de habitantes (no revelo nada si digo que un día la encuentra, como no podía ser menos) es perfecta para Hollywood. Con ella, ese esquema del Hollywood clásico de amores románticos inverosímiles, aventuras con algo de crueldad pero trasfondo optimista, relatos del don nadie que un día alcanza la gloria, se justifica plenamente y vuelve a hacerse vigente.
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