Tratar sobre la verdad de los hechos,
de los pensamientos, de nuestras quejas,
de nuestras mentiras, de nuestros sueños,
de nuestras memorias,...
es sin duda, un oficio muy aburrido,
no es necesario
crear pretextos,
ni fabricar nuevos dioses,
sólo es importante detenerse
y permitir que nuestra calma
paralice a nuestras sombras.
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