Es cierto, quedan pocos los que se paraban en las esquinas de los barrios tocando un pitito muy particular, algo parecido a la armónica, era la señal que anunciaba la llegada del afilador de cuchillos, de pronto las amas de casa salían con el mandil amarrado a la cintura y en la mano el cuchillo moto. Los más chicos, que perseguíamos a nuestras madres, nos poníamos a jugar con las chispas que expulsaba el afilador.
Son estos anónimos personajes que construyeron el rostro urbano de nuestras ciudades, sólo están en la memoria, esa que se reconstruye cada día y que ojalá no pierda de vista esas antiguas señales.
2011
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