Guillermo Francovich Salazar nace en Sucre - Bolivia, el 25 de enero de 1901. Hijo de padre europeo, Antonio Francovich de Trieste, y madre boliviana, Carmen Salazar, natural del mismo Departamento de Chuquisaca, tuvo desde niño una educación muy esmerada. Hizo sus estudios primarios y secundarios en el Colegio del Sagrado Corazón, institución docente que dirigían los padres jesuítas. Ingresó después en la Universidad de San Francisco Xavier de Sucre, donde estudia con Ignacio Prudencio Bustillo. En 1920 recibe el título de abogado, pero Guillermo Francovich no llegó a ejercer esa profesión; su vocación era la docencia. En 1922 fue designado profesor de Filosofía Jurídica de la misma universidad de la que había egresado dos años antes.
Guillermo Francovich abandona la cátedra de Filosofía Jurídica en 1929 para ingresar en el servicio diplomático boliviano. De regreso en Bolivia se incorpora de nuevo a las tareas docentes, y en 1944 es designado Rector de la Universidad de San Francisco Xavier. Desempeña este cargo hasta 1952, fecha en la que recibe el nombramiento de Director del Centro Regional de la UNESCO en el Hemisferio Occidental con sede en La Habana. Desde 1962 residió en Río de Janeiro dedicado a una intensa labor intelectual, que fue dando a la prensa las obras más maduras de su producción. Murió en dicha ciudad en 1990.
A continuación presento un extracto de una conferencia ofrecida en La Habana - Cuba en 1957, titulada "Esquema de una fe filosófica" y reproducida en su libro "Tito Yupanki" (1978), donde además de abordar varios temas, dio lectura a algunos párrafos de su libro publicado en 1935 "Supay".
"Vivimos bajo un tremendo símbolo: la avaricia. No me refiero a la avaricia de dinero, sino a la avaricia de la vida. No queremos dejarla correr. No queremos gozar de ella. La guardamos, la enterramos con los ojos puestos en un futuro que no llega. ¡El futuro! Así como Harpagón amontonaba doblones resplandecientes y estériles, nosotros sacrificamos nuestros días luminosos para encerrarlos en un ataúd. Eso me da horror, ¿comprenden? Envidio a los pájaros que se olvidan del pasado e ignoran el porvenir. Hombres como yo fueron seguramente aquellos que en otros tiempos llenaban los conventos franciscanos. Francisco de Asís gustaba de caminar por los campos, amaba el agua, las aves, los insectos. Se enamoró de la pobreza porque la pobreza significa indiferencia por el día de mañana. San Francisco abandonó un día a su padre, besó otro día a un leproso, conversaba con los peces v las fieras. A su lado sus "hermanos" hacían piruetas, jugaban con los niños y entonaban canciones religiosas. Ese grupo de santos desconocía todas las limitaciones que nos asfixian a nosotros y sin embargo eran algo así como un ramillete de flores frescas y perfumadas. Yo me habría ido con él, acompañando al perro, al lobo, vestido con un sayal cualquiera, tendiendo la mano para recibir pan cuando tuviera hambre y bebiendo en los arroyos cuando tuviera sed. Yo no he estudiado la época en que apareció Francisco, pero juzgo que en ese siglo XIII, los hombres debían sentirse como nosotros fatigados de las grandes responsabilidades y mirar con horror al futuro. Y para librarse de todo ello, encarnaron en Francisco su nostalgia de la sencillez, de la naturalidad, y de la espontaneidad perfectas".
La presente nota fue extraída de: www.ensayistas.org/filosofos. Texto producido por José Luis Gómez Martínez
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