Varias instituciones locales han informado sobre su intención de organizar el Festival Internacional de la Cultura, que durante la década del 90 tuvo un impacto importante en las ciudades de Sucre y Potosí. Las autoridades culturales coinciden que la muerte del festival ha repercutido negativamente en el flujo turístico, por ello, dicen que el festival debe volver a servir de atractivo al turismo nacional e internacional, siendo el fin último, generar nuevos recursos económicos para la región, debido fundamentalmente a su efecto multiplicador.
Sin embargo, estos señores se olvidan (o no quieren) recordar los motivos que causaron la muerte del festival internacional, se olvidan –entre otras cosas- de las denuncias sobre supuestos negociados que se hubieran hecho a nombre de la cultura, denuncias que nadie quiso investigar. Pero no quiero enfocar mi análisis en este último punto, sino más bien ubicar al festival en su esencia,
Si continuamos recordando, el programa de actividades de casi todos los festivales estuvo pensado desde un enfoque elitista y dirigido para quienes viven en el centro de la ciudad. Es decir, desde una perspectiva etnocéntrica. Las exposiciones pictóricas, las presentaciones de teatro, la danza, los conciertos de música clásica, rock y folclórica -sin desmerecer su calidad estética- estuvieron dirigidos a las clases alta y media; los escenarios destinados al desarrollo del festival fueron: el teatro Gran Mariscal, Teatro 3 de febrero, la Plaza 25 de mayo, algunas galerías ubicadas en el centro de Sucre y el Teatro al Aire Libre. Nunca hubo una presentación, por ejemplo, en Lajastambo o en la zona del Mercado Campesino, y lo que es peor, jamás se presentó en el teatro Gran Mariscal uno de los tantos grupos musicales que amenizan las fiestas en "El Cuartelito", ni los elencos de teatro de las juntas vecinales se presentaron en el 3 de Febrero.
Sin bien el ingreso a muchas presentaciones era gratuito o las entradas eran baratas, el tema pasa por saber ¿qué tipo de cultura se visibilizaba y qué otras culturas quedaban ocultas?
Ahora que las instituciones públicas y culturales, muestran su interés por lo intercultural, parecen negar rápidamente cuál su sentido y significación. Mientras ellos están peleando para imponer su calidad etnocentrista, sea occidental o indigenista, en los barrios, los mercados, los centros deportivos y en las calles se están generando nuevas expresiones artísticas, que si bien guardan elementos del contexto rural - indígena y urbano, no son indígenas ni k’aras, es una cultura que se está construyendo y que por ahora, sólo es vista en las fiestas dominicales, en algunos programas de televisión y radio, a los que muchos llaman “laicu laicus” otros música chicha y los más prefieren no ponerle nombre.
En los barrios también se hace teatro, son los jóvenes y niños que escenifican obras mal denominadas “teatro popular”, los grupos juveniles están componiendo nuevas melodías que se acercan al rap, hip-hop pero no por ello han abandonado la influencia del huayño y la cumbia; en los centros de madres se crean nuevos textiles, donde ya no es la llama o la loma sus motivaciones, sino las calles con lodo y los techos con calamina; los micristas y albañiles -por su generalidad migrantes del área rural- luego del partido de fútbol de todos los domingos, se reúnen en una chichería o en las escalinatas para tocar el charango, la guitarra y la quena, sus canciones bordean al amor, a la rutina de dar vueltas y vueltas en la ciudad esquivando al barita, a la coca y la legía, al rancho del medio día que seguro su hijo menor no tardará en traer.
Son estos elementos culturales que reclaman ser vistos, no para que se les forre de adjetivos y el acostumbrado discurso del reconocimiento cultural. Están ahí sin esperar, produciendo nuevas identidades que no necesariamente tienen que ver con las blanquecinas paredes del centro o las fruncidas narices de la plaza, como tampoco con la romántica imagen del campesino labrador. Es la cultura urbana sucrense que desfila el 25 de mayo, luego salta a desenfreno con La Logia, después baila en algún local del barrio Canadá, ve telehit y escucha radio Esmeralda, muestra sus destrezas al ritmo del hip hop, abraza a su chica bailando cumbia y pierde su timidez con la cueca y la morenada. Es el pueblo que inciensa su casa el primer viernes de cada mes y es el que también asiste a misa todos los domingos. Es la cultura que no quiere ser vitrina de nadie ni pretexto para nuevas pegas, son las expresiones artísticas que fortalecen la identidad de una cultura.
Frente a todo esto, ¿será prudente seguir pensando que las expresiones artísticas no tienen nada que ver con la cultura de los pueblos? ¿hasta cuando el arte sólo será visto desde una perspectiva occidental o indígena? la cultura se regenera todos los días y es así que sus expresiones muestran todos los días una mixtura con nuevas propuestas estéticas, las que deben ser mostradas al mundo en un verdadero festival de las culturas.
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