Pasaron 20 años desde aquel sábado que te fuiste. De pequeño ya sabía que ese día iba a llegar, me preparé de mil maneras mientras salías de viaje o tu ausencia se prolongaba. Luego, comprendí que la muerte no tiene reparos para sorprender, incluso, al más ingenuo de los mortales.
Cada quien guarda recuerdos tuyos, como cuando raspabas tu barba crecida sobre nuestro rostro, tu voz enérgica que detenía a la más imprudente actitud, los regalos que traías de tus constantes viajes, la solemnidad de los almuerzos, las historias que contabas y tu convicción en la justicia, en la verdad.
Cuido celosamente algunas imágenes que retumban cada día en mí, tus silencios, …tus interminables silencios, el silbido bajito, el sonar de tus llaves que hacían eco en toda la cuadra, tu humor extraño y tu obsesión por la responsabilidad. Recuerdo el cerrar de tus ojos cuando aspirabas con delicadeza el cigarrillo, los valses de Strauss que cuidabas con recelo, los tangos y sambas que retumbaban la casa mientras fingíamos dormir o la elegancia de tus pasos que dibujaban la cueca con el pañuelo que se perdía por los cielos.
Aún tengo miedo subir al “alto”, como acostumbrabas llamar al living e interrumpir tus lecturas, tu calma; ese siempre fue tu espacio que jamás pudo ser llenado desde que decidiste marchar. Ahí, en ese lugar, me regalaste uno de los momentos más significativos en vida. Recuerdo un día, que detrás de la puerta te miraba sin hacer ruido, pero a ti no se podía engañar, pediste que entre y con una sonrisa que no conocía antes, ordenaste que tomara asiento y dijiste, “escucha esta canción, a ver qué te parece” se trataba del tango Balada para un loco, fue como un suspiro, como entrar a una atmósfera de muchos colores y aspirar la libertad de sentirse solo, creo que desde ese día la música ha sido el medio por el que siempre estaremos juntos.
Que irónica es la vida, de joven muy pocas veces estuve de acuerdo con tus pensamientos y acciones, pero ahora con más de 40 años, te doy la razón y sin querer imitarte asumo como verdad lo que afanosamente me trasmitiste, como el renunciar a sí mismo por ver la alegría y la paz de los demás.
Me hubiera gustado que estés ahora conmigo, que conozcas a mi hijo, que leas lo que escribo, que contemples las fotografías que saco, que escuches conmigo los tangos de Piazolla, el jazz de Parofonista y el blues de Tom Waits.
Te aseguro, que, sin proponerme, durante estos años me aferré a la idea de hacer las cosas como tal vez lo hubieras hecho, así posiblemente te sentirías orgulloso de mí.
Se ocultó el sol esa mañana
Sabías que tu partida no se haría esperar
Me mandaste lejos a enfrentar mis miedos
Mientras te despedías de los demás
Llegaron de todas partes y les diste un abrazo
Viste llorar a tu mujer y a tus hijos
pero adelantaste tu viaje para que no viera tu dolor
¿Qué secreto guardabas?
Aún trato de descubrir lo que tenías pendiente para mí
Aún busco tu mirada taciturna y a tu sombra en el sofá
Gracias querido papi, por el amor que nos diste.
Sucre, 25 de julio del 2012
javier calvo vásquez
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