Trovadores de la calle Comercio (La Paz) |
La
política y la religión atraparon a las canciones, a la poesía, a la pintura, a
todo lo bello que el ser humano produce. Algunos artistas fueron seducidos por
el eslogan de plazoleta. No se les puede culpar, la producción artística
también es un trabajo que muchas veces tiene que tapar los ojos y la boca, es
el miedo a no tener qué llevar a la casa; la filiación política comienza con
una firma y culmina cuando vence el contrato.
El
fundamentalismo político y religioso moldea los gustos, preferencias y
conceptos estéticos, … en sí, la forma de vida de las personas, la libertad ha
sido secuestrada y a través del prejuicio respondemos, culpamos, sentenciamos y
cambiamos de rostro.
Los
artistas son juzgados a diario por este encierro mental. Muchos han sido
condenados de satánicos por la religión, en esa lógica, llevar el pelo largo,
la ropa negra, fumar, beber, ser homosexual o un promiscuo deliberado y
cínico, significa estar al margen de dios “ser un mundano”; la calidad de las
canciones poco significan, porque son las actitudes cotidianas que definen el
aislamiento y marginalidad impuestos. Por el contrario, si el artista alaba
reiteradamente a dios, tiene un familia convencional, no bebe, no fuma, hace el
amor cuidando que ni el ruido de las ventanas se enteren y va a la iglesia con
regularidad, entonces poco interesará cómo sean sus composiciones, lo
importante para la religión es que el "artista" sea parte de ella. Por
el lado de la política (corriente de izquierda), si el artista se hace al
pobre, come todo lo que le dan sin reclamar, mantiene la amplia sonrisa, no
manda al carajo al público, canta en homenaje al Che, ensalza la “revolución
bolivariana y el proceso de cambio” a esto, si añade a sus canciones ritmos
como el huayño, la cullawada, la morenada, además de piqchar en el show, tiene
ganada la tierra prometida y la bendición de los “movimientos sociales”.
Pero
el romance tiende de un delgado hilo, de eso saben muy bien destacados poetas,
músicos, cantantes, como Pablo Milanés, Mercedes Sosa, León Gieco, Caetano,
Wara, etc. que por mantener la prudencia, callar en vez de corear himnos cada
22 de enero, viajar en primera clase, comprar un auto último modelo, tener un
suegro multimillonario y escapar del encierro de una isla caribeña, se
convirtieron en víctimas del marxismo y fueron echados a empujones de la casa
de quien se cree dueño de la verdad. Había sido suficiente, cambiar el jean por
el frac para que los fanáticos quemen sus discos; preferir pescado fresco que
la sopa maloliente de cordero, para calificarles de discriminadores y
burgueses; son muchos los rechiflados por denunciar que Evo, Chávez, y Fidel
guardan privilegios proscritos para el pueblo, cuántos ya habrán sido llamados
traidores por cantar y marchar junto con los indígenas de tierras bajas.
Lo
mismo pasa con los poetas, pintores, actores de teatro, cine, bailarines,
escritores, todos son medidos en función a sus actitudes, se les pide y exige
coherencia para justificar el atropello a su libertad ¿Quién tiene derecho a
cuestionar si hoy apunta nuestro deseo al norte y mañana preferimos soñar en el
sur? La otredad sólo condiciona, fija espacios colores, miedos y silencios.
“Existir y ser libre se vuelven sinónimos. Existir es estar separado de una esencia
fundante. Ser libre equivale entonces a no estar
inscrito en ninguna parte, en ningún gran Otro que nos acogería en su seno”,
J.P. Sartre
Es
mejor apropiarse de las canciones y dejar en libertad a los artistas.
Javier
Calvo Vásquez
Sucre/ 06/07/2012
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