Sean Penn vuelve a inquietar con la película “Un lugar donde quedarse”, ganadora del premio del jurado ecuménico
en el Festival de Cannes2011, dirigida y escrita por el italiano Paolo Sorrentino. Nos
presenta a un rockero en decadencia (Cheyenne), que mantiene el estilo obsoleto
de los 80.
Su vida tranquila transcurre en un barrio obrero de Dublín (Irlanda), con
pocos amigos, una esposa comprensiva y una acumulación de temores que no le permite
salir al mundo y adaptarse a la nueva época, hasta que le comunican que su
padre estaba muriendo, viajó en barco a Nueva York porque tenía pánico a los
aviones, pero como es lógico, tardó demasiado y encontró muerto a su padre;
habían pasado 30 años desde la última vez que conversó con él.
Su padre era uno de los tantos judíos que soportó el holocausto nazi, por
esa razón, concluida la segunda guerra mundial, siguió las huellas de su verdugo
pero jamás pudo dar con él, así que Cheyenne, decide concluir la tarea que su
padre había iniciado, buscó al alemán para matarlo y reconciliarse con el
tiempo. Esta búsqueda le llevó a conocer nuevas historias, nuevos rostros que
le descubrían, que le enfrentaban.
Encontró sentido a su nueva vida y hasta gusto por ir detrás de una deuda,
sintió los pequeños momentos, peleó con sus traumas y supo vivir con la ira. Estuvo
frente al torturador de su padre pero no fue capaz de sacar el revólver y
forrarle de plomo, prefirió escuchar en silencio y despojarle de su dignidad.
La película utiliza este personaje como un símbolo para reescribir
imaginariamente a quienes por diversas circunstancias construimos el
sufrimiento con miedos, paranoias y arrepentimientos. Cheyenne, encontró la libertad
destruyéndose, negándose.
La fotografía, el manejo de la imagen y la fotografía son perfectos, pero
alcanzan armonía con la excelente actuación de Sean Penn y de los
coprotagonistas.
El guión está basado en la vida de Cheyenne,
por lo que no hay un momento en que no salga a escena, situación contraria a
los demás que tienen una participación importante pero escasa. La edición apela
a los silencios acompañados por la banda sonora de David Byrne. Los textos son
largos, mediados por la sátira, la reflexión profunda, el psicoanálisis y el
humor. No se presentan sobresaltos de adrenalina ni provoca a la sensibilidad lacrimosa.
Es una película recomendable que ojalá pronto la podamos ver en el cine de
Sucre, mientras tanto, tengo que agradecer a la piratería que nos posibilita
ver lo que el mundo está disfrutando.
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