El silencio almacena diversidad de significaciones, para unos es la nada, o
sea, el espacio invisible entre dos palabrerías,
la oportunidad para entrar en sí y dialogar con él.
El silencio, es un escudo poderosísimo de comunicación, tal vez, el más
efectivo en las relaciones interpersonales y que lastimosamente hasta hoy, los
medios masivos de comunicación no aprenden de él, en su feroz política de
convencimiento.
El silencio también es certero para anular a quien empezó a molestar,
muchos prefieren llamar sutileza cuando no quieren decir adiós.
Entonces, el silencio es un puñal que se enfrenta al griterío
y deja paralizada a las intenciones que
por decir lo mismo, caen en el aburrimiento, banales actitudes que ya no
sorprenden.
Así es el silencio, a veces oculta miedos, soledades y desafía tempestades,
pero casi siempre no deja de ser
sincero, aun en los momentos más difíciles, un pequeño silencio es más
contundente que cien palabras persuasivas.
Pero también es confundido con la arrogancia, la malcriadez y la cobardía.
Sin duda que el silencio dice mucha cosas como “no jodas (n)”, “calla, quiero
vivir contigo”, “no tengo nada nuevo para decir (te), “cambiemos de tema (de
vida) si quieres que vuelva hablar” o simplemente “no me interesa lo tuyo".
Es común escuchar críticas contra el silencio, “intégrate” dicen y obligan a “opinar” sobre
la política, el deporte, la ciencia, el arte, la nueva amante de gil y mil, el
cáncer y la delincuencia, pero es caprichoso el silencio y prefiere esperar el
mejor momento para hacerse escuchar.
Hoy quiero aprender de él, la manera de expresar sin herir, su honestidad y
su peculiar forma de vivir en paz.
Javier calvo V.
Sucre, noviembre del año 2012
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