Sin ingresar al tortuoso camino de la estadística, para nadie es
desconocido que las condiciones de enseñanza en nuestro país, difieren de un
establecimiento educativo privado a uno fiscal, sea en el área urbana o rural. Yendo
más allá, no es arriesgado afirmar también que el tema de fondo radica en la
diferencia que existe en el acceso al conocimiento que tienen los estudiantes.
Para valorar este punto, indudablemente hay que detenerse en el contexto
socioeconómico y cultural de este grupo social, unos tienen mayor y mejor acceso
a la información porque tienen la oportunidad de contar con internet en su
domicilio las 24 horas del día, además de un celular de última tecnología que permite
navegar por el mundo del conocimiento. A esto se suma la posibilidad económica –que
le brindan sus padres- de comprar libros, asistir a cursos de actualización o
destinar su tiempo libre a la formación de lenguas extranjeras, participar en
elencos artísticos o a la práctica deportiva, es decir, tienen más posibilidades,
y tiempo además, para capacitarse.
Del otro lado, un grupo más grande, el ingreso económicos de su familia no
supera los 2000 mil bolivianos, de donde se desprende la imposibilidad siquiera
de tener una computadora en su casa y menos un celular androide. Muchos jóvenes
de colegios fiscales trabajan en horarios distintos, sus padres difícilmente
acompañan su formación académica porque muchos no alcanzaron el bachillerato,
en otras palabras el contexto cultural tampoco es favorable.
Está demás decir, que en el área rural la situación es más preocupante, no
sólo por el poco acceso al conocimiento que acompañe su formación educativa,
sino que provienen de padres dedicados a la agricultura, es decir pobres en su generalidad.
Ante este panorama, la Universidad de San Francisco Xavier, se engolosina
con poses eficientistas, de calidad y excelencia. En 1999, cuando esta
institución inicia el examen de admisión, como hoy se conoce, dejan a un lado
los cursos preuniversitarios y apuesta a la selección de los “mejores
estudiantes”, debido –dijeron en ese momento y siguen diciendo- a la constante
masificación estudiantil que ponía en riesgo la gestión y el presupuesto
asignado por el gobierno. A propósito de esta justificación, habrá que
preguntar -si es que aún no se hizo- en qué medida o porcentaje mejoró la
calidad de los estudiantes en la Universidad de San Francisco Xavier, será que desde
hace 14 años todos los estudiantes no tardan más de cinco años para lograr el
título profesional, y lo que es más neurálgico, si hoy los profesionales de
esta institución son mejores que los que ingresaron a través de los cursos
preuniversitarios.
El investigador Franz Flores Castro, ya reflexionaba sobre este tema e iba
más lejos, se cuestionaba sobre el tipo de examen de ingreso, en otras
palabras, cuál la base o temáticas que abordaba la prueba, esto ayudaría a
determinar la línea de conocimiento que exige la Universidad.
Por último, estoy convencido que alguien le tiene que poner un alto a esta
manera de selección que se hace en la Universidad, porque la institución de educación
superior no puede desligarse de su responsabilidad, culpando del número alto de
no admitidos a la “mala” formación que se estaría dando en los colegios, cuando
más bien está en la obligación de crear los medios para que todos o gran parte
de los postulantes, tengan las mismas oportunidades de ingreso al examen en
igual de condiciones.
En la actualidad, muchas universidades del sistema público nacional,
ofertan los cursos pre universitarios con una duración de dos a tres meses,
donde todos los inscritos, sean de colegios fiscales, particulares o del área
rural, participan y es sobre lo impartido que se elabora el examen. Puede ser
una opción que vale la pena considerarla para la Universidad Chuquisaqueña.
La excesiva tecnificación y velocidad en la publicación de los admitidos,
no significa que la Universidad esté cumpliendo con el encargo social, no
significa que sea mejor, más bien las autoridades de esta institución deben
fijar sus proyectos, investigaciones y esfuerzos que logre la democratización
del conocimiento, un derecho que nada tiene que ver con la tecnología y la
excelencia.
Javier Calvo Vásquez
Sucre, enero de 2013
Comentarios