En 1983 el filósofo boliviano,
Guillermo Francovich, escribió un sugestivo libro “Correspondencias”[1],
donde reúne artículos publicados en el suplemento cultural Presencia Juvenil[2] de la ciudad de La Paz
desde 1956 hasta la fecha en que se publicó este libro.
El autor vincula hábilmente
diversas líneas temáticas a través de la reunión imaginaria de Lenín,
Descartes, Foucault, Tamayo, Borges, Hesse, entre algunos, para explicar -mejor
dicho- poner al descubierto problemáticas existenciales que siempre son
motivos de debate (hasta hoy).
Siento la tentación de
transcribir estos artículos que ratifican el dominio de Francovich sobre el
pensamiento y postura filosóficos producidos por la humanidad, lo que evidencia
y desvela además la forma de vida que tuvo el filósofo chuquisaqueña, uno de los más
brillantes rectores que tuvo la Universidad de San Francisco Xavier, que recurrió a estos autores para explicar, para abrir y cerrar
caminos, quizá, incluso, este libro haya servido para dar nombre a la angustia
y a la alegría.
Leer a Guillermo Francovich -como
siempre- es reconfortante y enriquecedor, porque sus preocupaciones aún están
pendientes y vigentes. A continuación comparto con ustedes un artículo de “Correspondencias”
donde resalta el pensamiento de dos escritores temporalmente distantes pero unidos
bajo un concepto simbólicamente utilizado: “… el camino”.
Hermann Hesse y Matilde Casazola
La comparación de la vida humana
con un camino es una de las más familiares en la expresión de nuestro
pensamiento. Todos nos sentimos pasajeros de ese camino. Lo encontramos unas
veces áspero, otras deleitoso. Para los infortunados es demasiado largo, para
los que tienen suerte muy corto. Los ascetas lo hacen estrecho. Los libertinos
no le conocen anchura. De todos modos, tenemos la impresión de que transitamos
una vía de limitada extensión a lo largo del tiempo.
Hace algunos años, en un trabajo
en que me refería a las nuevas poetisas bolivianas, cité unos versos en que
Matilde Casazola hablaba de la existencia humana como de un camino “de nosotros
a nosotros mismos” como un camino que tiene su punto de partida y su punto de
llegada en el propio ser de cada persona.
La imagen se me ha venido a la
memoria porque, leyendo un libro del escritor norteamericano Wilson Colin, he
dado con una cita en que Hermann Hesse se refiere también al “camina el hombre
hacia sí mismo”, Hesse, apenas necesito decirlo, es el escritor alemán que
nacido en 1877 y fallecido en 1962, recibió el Premio Nóbel de Literatura en
1946 y cuya obra tiene en nuestros días un sorprendente renacimiento de
popularidad en todo el mundo.
Podría pensarse que, dada la
actualidad de Hesse, la inteligente y joven poetisa boliviana, nieta del gran
Jaime Mendoza, tomó la imagen de él. Pero eso no es imposible porque el uso que
hace de ella es completamente diferente de aquel que tiene en escritor alemán
La frase de Hesse figura en la
introducción de Demian, una de sus más famosas
novelas, y el sentido que allí tiene es netamente filosófico. Lo que
afirma en síntesis es que el hombre tiene una esencia que él se esfuerza por
realizar en el curso de su vida. El hombre, en su existencia aspira desde la
epifanía de su personalidad, al establecimiento plenamente consciente de la
misma. El texto completo del fragmento citado de Hesse es el siguiente: “La
vida del hombre es un camino hacia sí mismo. Ningún hombre ha llegado nunca a
ser él mismo. Cada uno tiende, sin embargo, a llegar a serlo, de un modo
obscuro unos, otros más explícitamente, cada uno a su manera”.
En cambio, Matilde Casazola
vincula más bien la imagen a una exigencia ético – estética, a una necesidad de
pureza y de limpieza interior. Según ella, todo ser humano viene al mundo con
un tesoro de inocencia que va dilapidando, exponiéndose a convertirse
finalmente en basura. En el poema 14 de la segunda parte de su libro Los ojos abiertos, dice:
¿Qué soy yo? Polvo de estrella
Que de tanto mirarlo en los
espejos
Se nos ha ido gastando.
Ese poco de luz que ya no somos.
¡Es que hay urgencia!
Urgencia de reencontrarnos puros.
¡Hay que correr, aunque sea
tropezando,
En fuga inacabable, desde
nosotros
a nosotros mismos!
No sea que la muerte nos
encuentre ya muy sucios
Y nos quiera llevarnos…
M. Casazola
Guillermo Francovich
J.calvo vásquez
[1]
G.Francovich. Librería Editorial “Juventud”. 1983. La Paz Bolivia. Primer edición.
[2] Suplemento cultural,
editado por el periódico paceño “Presencia”
que estuvo vigente hasta los primeros años de 2000
[3] Se cita esta fecha por el
año de publicación del libro Correspondencias,
porque no especifica cuándo se publicó en el suplemento Presencia Literaria.
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