Octubre representa para los bolivianos, sublevación, que no es lo mismo que
democracia, ella aún espera surgir de la revolución.
9 de octubre de 1967
El calendario octubrista es marcado con la muerte del guerrillero Ernesto
“Che” Guevara, el 9 de octubre de 1967, lo que convierte al combatiente
marxista en un mito, ya que es su imagen que irradia convicción, creencia y
poder, fue su muerte que le saca de lo mundano para hacer de él una deidad de
la izquierda latinoamericana, diría incluso, que con su muerte los movimientos
revolucionarios se globalizan, en términos del Merchandising[1]
y cobran un rol romántico en la historia, dejando a un lado su imagen ruda y
fría, de ese modo atraer a la juventud latinoamericana. El Che se separa de la
ideología y se hace dios, el nuevo portador de la buena nueva deja de ser para
entregarse a la eternidad.
De este modo es presentado y sobre esa imagen bonachona y jesucristiana
descansan tantos abruptos, tantas expectativas, tanta concentración de
idealismo que revientan las ganas.
Fotos: Wikipedia |
Sin embargo, es preciso detener y abandonar la parafernalia creada en torno
a ese mito que –desde mi perspectiva- nada tiene que ver con el guerrillero Ernesto
Guevara y más bien concentrarnos en identificar al ministro y alto dirigente de la revolución
cubana. ¿Quién fue realmente el “Che”?
Se han escrito muchos libros por autores nacionales y extranjeros, desde
posiciones parciales y también imparciales o medianamente objetivas, lo cual
hace de este personaje uno de los más estudiados en el continente americano.
Claro que no es el momento para debatir sobre su ideología, sería ocioso porque
para mí hay que ubicar a Guevara en el contexto donde produjo e hizo circular
su ideología, un medio caracterizado por el totalitarismo, la intolerancia y
donde la democracia –para unos- significaba el cambio de gobierno por la vía
del voto popular y la representación parlamentaria a través del sistema de
partidos políticos, mientras que para otros, la democracia era un instrumento
más del imperialismo para dominar a los pueblos con el fin de hacerlos más
pobres, por tanto, desde la óptica marxista, la democracia no constituyó el fin,
y en la época de Guevara, ni siquiera el medio, ya que sólo la confrontación
armada era el camino para alcanzar el poder y construir el Estado socialista.
Entonces, se justificaba el uso de la violencia contra todos los que no
participaban o –por lo menos- no aplaudían- los objetivos revolucionarios, por
el supuesto de que el bien común estaba por encima de los derechos
individuales, a estos se los llamaba revisionistas, proimperialistas,
derechistas, fascistas y contra-revolucionarios (bajo ese pensamiento muchos
fueron asesinados, perseguidos y desterrados), la tolerancia era comprendida y
aceptada sólo para aquellos que caminaban bajo el paraguas de la revolución
comunista.
Al Che hay que identificarlo en ese contexto donde fue y quiso ser, el cual
no necesariamente era democrático o mínimamente de respeto a los derechos
humanos, lo que quiero decir, es que para ese momento, las posturas
autoritarias que Guevara promulgaba eran aceptadas como ciertas y pertinentes.
Sin embargo, el Che tuvo la grandeza (por decir, la suerte) de morir en ese
tiempo y en un territorio ávido por referentes que le proyecten al futuro
desconocido, pero aún así, presumiblemente mejor que el presente.
Luego la
mercadotecnia, con el respaldo silencio del gobierno cubano, hicieron de
Ernesto Guevara, víctima del capitalismo, hicieron de él el referente de la
rebeldía que la juventud necesitaba, elemento suficientes para permanecer en el
mundo, como mito, símbolo, y como tal, hay que tenerlo entre nosotros, porque
al final, quién quiere pelear con los ídolos, para mí es una pérdida de tiempo.
10 de octubre de 1982
El jueves 10 de octubre, representaba para muchos la conquista de la libertad,
porque todavía no comprendíamos el sentido de la democracia, la lógica
autoritaria estaba sembrada en nuestro chip y así caminábamos, pensábamos y actuábamos.
Esta democracia, que por entonces y durante muchos años más, sólo era entendida
como la representación política, la que posibilitaba salir a las calles a
gritar contra el gobierno y escuchar en los medios de comunicación distintas
voces (sobre todo de los dirigentes políticos y sindicales). Significaba
también votar cada cuatro años y aceptar como normal que para salir de la
pobreza había que pertenecer al partido en función de gobierno, efectivamente
así veíamos a la democracia.
La herencia marxista y guevarista permitió a la izquierda boliviana pensar
en la democracia no como el fin y el sentido que debe tener el Estado y la que
determine las relaciones sociales, no fue asumida como una forma de vida, sino
como el medio para alcanzar el poder en el camino al socialismo. Bajo esa
lógica bloquearon al gobierno de Hernán Siles Suazo (1982 – 1985) y
participaron en todas las elecciones nacionales, matizando su ideología
marxista con atuendos indigenistas, nacionalistas, ecologistas y humanistas.
Por otro lado, desde las posturas conservadoras, la democracia, también fue
un medio para llegar al poder e instaurar un Estado prebendal, atomizado por
lógicas elitistas y de poco o ninguna tolerancia con los sectores que
demandaban el reconocimiento y sobre todo, mejores condiciones de vida.
En ese contexto, la democracia no fue comprendida como el fin que
posibilite una nueva forma de vida y convivencia pacífica entre los habitantes
de esta nación, la democracia –desde la percepción popular- no había logrado
sacar de la pobreza y exclusión a millones de bolivianos, por tanto no servía
en tanto no mejoraba sus condiciones de vida.
Del otro extremo, la pobreza y la discriminación, se constituyeron en
discursos que enfrentaban a la democracia partidaria y de a poco entran a
escena paradigmas que ven a la democracia como vehículo para hacerse del poder,
no como el fin último.
17 de octubre de 2003
El modelo de libre mercado inaugurado en 1985, durante el cuarto gobierno
de Víctor Paz Estensoro, mostró su desgaste desde la presidencia constitucional
del ex dictador Hugo Banzer Suárez – Jorge Quiroga (1997 – 2002). La presencia
del movimiento indígena en la zona altiplánica del Departamento de La Paz y de
los colonizadores (productores de coca) en el trópico de Cochabamba, le dieron
más de un dolor de cabeza al gobierno de ADN – MIR. Entonces el bloqueo de
caminos se constituye en un instrumento de lucha que pudo más que otras
estrategias propias del movimiento obrero nacional.
Foto Opinión |
De algún modo, es oportuno subrayar, que el descontentó se genera en la
marcha por la dignidad de las naciones indígenas de las llanuras bolivianas, representa
en sí la demanda por el reconocimiento a la identidad de pueblos invisibilizados
por la historia nacional, este movimiento que después de muchos años recién fue
interpretada y leída en su real magnitud, fue folklorizado hábilmente por el
gobierno de Jaime Paz Zamora (1991) de ese modo lograr que ese discurso no
adelante el proceso de descomposición del Estado conservador.
Las demandas durante la década del 90 estuvieron concentradas y
protagonizadas por los indígenas del altiplano paceño y los colonizadores del
trópico cochabambino (compuesto por familias de relocalizados de la COMIBOL). Si
bien ambos sectores tenían diferentes peticiones, además de vertientes
culturales distintas, asumieron
estrategias comunes, para unos, el centro de su lucha estaba en una nueva
reforma agraria, para los otros, en oponerse a la reducción de las plantaciones
de coca. Mientras eso pasaba, la mirada de los sectores urbanos era atomizada
por la capitalización y privatización del aparato productivo nacional (1993 –
1999), bajo el principio maniqueo que el Estado no es buen administrador, y por
lo tanto, la empresa trasnacional (ni siquiera la nacional) debiera hacerse
cargo de ese rol.
La política económica, llamada neoliberal, no había logrado reducir los
índices de pobreza, la inversión de capitales privados no reactivó la economía
nacional, por tanto el desempleo era la constante que posibilitó la migración
de las poblaciones rurales a las ciudades, fundamentalmente de La Paz,
Cochabamba y Santa Cruz. En ese contexto, el centralismo político, ideológico y
económico fundaron las bases del descontento y la depresión popular.
Está demás decir, que llegamos a octubre de 2003 con una carga de demandas
que el Estado ya no podía responder, en otras palabras, ese Estado dizque “democrático”
no tenía la capacidad de decidir porque fue concebido con otro espíritu.
Entonces el descontento es producto de la mezcla de concepciones nacionalistas,
indigenistas, de género y ecologistas, descontento que apura a identificar el
sentido de la crisis del Estado, que como dice René Zavaleta Mercado, la crisis
es el método que abre las comisuras de la Patria y permite ver lo que esconde
el Estado[2].
Foto: Diario en Bicicleta |
Entre los años 2000 y 2003 las movilizaciones indígenas eran permanentes,
se diferenciaban de otras similares (urbana en su mayoría), porque ellas no
pedían paliativos ni concesiones, sino cambios que les posibiliten vivir mejor,
reclamaban al Estado su estar aquí y ahora. El último gobierno de Banzer Suáres
tuvo que enfrentar en varias oportunidades bloqueos de caminos que ahogaban a
los centros urbanos, provocando violentos enfrentamientos.
Es por ello que el choque entre policías y militares, en febrero de 2003,
representaba el cansancio de una sociedad por un Estado que no había logrado
responder ni reconocer a las estructuras culturales disímiles que habitaban en
este suelo, un Estado que no supo ser capitalista porque aún guardaba en su ser
las preferencias coloniales y por ello, tampoco pudo ser democrático en su
verdadera esencia.
El 17 de octubre marca la fecha en que los bolivianos teníamos la oportunidad
de reconstruir un Estado democrático, pero no fue así, se nos fue de las manos
porque las posiciones autoritarias de la izquierda tradicional boliviana, capitalizaron
a favor suyo este momento de quiebre. Asumieron para sí, las demandas
postergadas de los indígenas y de las clases medias, confundiéndolas con el
sueño revolucionario del Che Guevara y posiciones nacionalistas generadas desde
la guerra del Chaco, resucitando chauvinismos y narcisismos.
En ese escenario, Evo Morales se hace del poder, cambió la Constitución
Política del Estado e identificó a cuanto “revisionista” y “derechista” para
anularlo, concibió al Estado plurinacional para el proceso de cambio, es por
eso que para el gobierno del MAS no es lógico que los poderes del Estado mantengan
distancia entre sí e independencia en sus decisiones, ni siquiera las fuerzas
armadas, la policía y las religiones.
El Estado que surge en octubre de 2003, no fue pensado para hacer de la
democracia una forma de vida de los bolivianos, es decir, construir una cultura
democrática, por el contrario, se degenera en un Estado autoritario de corte
guevarista, con tintes populistas e indigenistas.
¿Cuántos octubres faltan para inaugurar el Estado Democrático boliviano?
Javier
Calvo Vásquez
Octubre de 2013
[1] El merchandising incluye toda actividad desarrollada en un punto de
venta, que pretende reafirmar o cambiar la conducta de compra, a favor de los
artículos más rentables para el establecimiento. Los objetivos básicos del
merchandising son: llamar la atención, dirigir al cliente hacia el producto,
facilitar la acción de compra. http://es.wikipedia.org/wiki/Merchandising
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