-Estoy muy cansada -dijo Ivonne- sorbió despacio el café con leche, protegió la tasa de colores con las dos manos y acercó la frente al delgado vapor que no alcanzó rozar sus ojos cerrados.
La ciudad permaneció bloqueada durante la semana. Los estudiantes se enfrentaron con los policías en el Prado, más arriba, por la Pérez, los comerciantes se agarraron a puñetes con los soldados de la Naval y los profesores se crucificaron en las pasarelas de la Montes. Por la Socabaya y la Mercado, los universitarios fueron gasificados y detenidos por la seguridad de Palacio. En eso, se escuchó el estallido de petardos y dinamitas, los vecinos de El Alto, los mineros de Colquiri y Huanuni bajaban por la Autopista.
Los comerciantes de la Uyustus, la Buenos Aires, la Tumusla y la Max Paredes cerraron sus puestos hace siete días, nadie pasa por las barricadas que construyeron con piedras, mesas, adobes, sillas y garrafas.
Desde las ventanas del Monoblock de la UMSA se echó agua para evitar que el fuego se propague por el edificio, en ese momento, un grupo de policías disparó gases lacrimógenos desde el nudo Villazón. En Miraflores, los cocaleros de los Yungas bloquearon el acceso al estadio y otro grupo, por la plaza Villarroel, se enfrentó con piedras y palos con los Ponchos rojos del Conalcam. Los micristas, minibuseros y taxistas interrumpieron el tráfico de movilidades en Obrajes, Calacoto, Irpavi, San Miguel, Los Pinos, Cota Cota, Achumani…
Regularmente, el informativo donde presenta noticias Ivonne, concluye a las nueve de la mañana, mas, desde que se agudizó el conflicto, se extendió hasta las diez de la noche porque la información llega minuto tras minuto. El director del canal dio una instrucción “taxativa”:
-Nadie se va hasta que el ministro diga lo contrario.
Los periodistas informan desde los puntos del conflicto y los corresponsales en todas las capitales dan cuenta que el bloqueo de calles y los piquetes de huelga de hambre se extienden a los barrios más populares, junto con las marchas que se cruzan y entrecruzan en la mañana, en la tarde, aun en la noche.
Ivonne prefiere no preguntar lo que otro periodista interesado en el tema lo haría, deja hablar sobre los “hechos aislados” a los ministros, a los coroneles, a los diputados, a los fiscales, a los jueces y líderes de los movimientos sociales durante 10 o 15 minutos. Entretanto, escucha su aliento, recuerda la palidez de sus mejillas, imagina el color de su pelo y el olor de sus manos. Se ve correr con su vestido naranja en la playa del Lago Titicaca, vuelve a sentir el aroma de la lluvia como cuando estiraba el rostro al cielo y sus ojos desnudos daban vueltas en la plaza España, en tanto se dejaba llevar por el Green is the colour de Pink Floyd. Se ve de cuclillas comiendo un trozo de pescado en el centro de la cama. Me ve sacando de apoco sus medias transparentes y descoloridas, oye su risa desbocada y estremecen sus uñas que se clavan en mi espalda.
Sale del canal y apura sus pasos por la avenida Camacho en medio del silencio inusual, de pronto, un minibús pasa rampante con luces apagadas rumbo a El Alto. Sube hasta el Prado, camina despacio hasta la 6 de agosto y entra a Sopochi, su sombra apenas se refleja en los adoquines. Sus delgados pies que, transitan por las indiscretas callejuelas, parecen amordazados que la obligan a detenerse en una banqueta improvisada de la calle Ecuador, lo que la obliga a preguntarse sobre el rumbo de las movilizaciones, sin que le interese en realidad el tema ¿Las marchas lograrán ingresar a la Plaza Murillo? ¿El ministro ordenará que los soldados utilicen las escopetas AK-47? ¿El presi podrá salir (escapar) de La Paz? ¿Qué pasará con mi pega?
Se levanta de su asiento y luego de caminar por algunos minutos apoya su agotado cuerpo en un poste de luz desde donde pasa revista a las ventanas que se cubren con gruesas cortinas y dejan escapar hilos de luz. Su mirada se pierda en una de las ventanas oscuras, entonces se ve haciendo el amor apoyada en el viejo sofá que heredó de su padre. Se ve en una plazuela haciendo gárgaras con chuflay, finge marearse con el aroma de la marihuana que quema sus labios secos y sueña escupir sangre por la nariz antes de la tercera línea.
En esos días, Ivonne llegaba a la casa entre las 11 y la media noche. A diferencia de anteriores jornadas, esta vez perdió de vista el celo de la gata, a los huesos escondidos en la alfombra, no advirtió el olor del cigarrillo negro que fumaba Brenda en su cuarto pequeño y sin ventanas. La esperaba, pero cuando llegó me hice al cojudo... preferí seguir colgado en la ventana fisgoneando a los vecinos, a las parejas con las cremalleras en fiebre, inventando historias junto a las ambulancias y las patrullas que ronceaban por la esquina. Sé que me observó desde la puerta entreabierta y sé también que no le faltaron ganas de darme un empujoncito.
Tomar el café sin ella, no sabía igual, así que dejé de ser cojudo y di vuelta, la vi servir el café con leche. Se sentó muy despacio, cortó pedazos de marraqueta y posó sobre ellos trozos de queso. Esa noche la noté más cagada que de costumbre, no hablaba ni acariciaba a las mascotas que ronroneaban y batían la cola sin parar entre sus piernas
- ¿Qué tal? -Le dije-
-Todo normal, lo de siempre. -¿Y tú?- me preguntó.
-Lo de siempre -respondí-
-Llegué tarde al trabajo y llegué tarde del trabajo. Mis piernas tiemblan y los pies aún conservan su burbujeante calentura –mencioné- y sin mirarme se río un poquito.
Luego, puso un cigarrillo en sus labios y, como todas las noches, esperó que lo encienda. Besó al perro y al gato, salió de la cocina y apoyada en la puerta de la habitación lanzó un grito.
-¡Brenda! Deja de fumar en la cama, no te olvides lavarte los dientes. Duerme temprano, apaga el celular, mañana… quizás todo sea normal y vuelvas a clases.
-Y tú -me dijo- No prendas el televisor.
Javier Calvo Vásquez
13 de julio de 2018
Foto de portada. Javier Calvo
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