-¡Al final, a quien le importa lo que pienso! dijo Brenda, luego de tirar la puerta de su habitación.
-A nadie, contestó Ivonne desde el comedor, mientras revolvía el café con leche. -Ahora, únicamente queremos escuchar nuestra voz, sentenció a su hija.
Entonces recordé la advertencia de una profesora de literatura cuando le señaló con el dedo índice a un compañero.
- Usted, por su lengua, lo perderá todo en la vida.
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