Las calles han sido negadas por la política y los medios de comunicación.
Gira y gira la ciudad sin nombre ni serpentina, donde los ojos se abren y se nublan en las plazas, en las esquinas, en los micros, en el cansancio y en los viejos tocadores.
Nuestra memoria se hizo en las mañanas frías, en los zaguanes oscuros, en las tienditas a media luz.
Esta ideología contestona y malcriada no la aprendimos en las lecciones de teoría política ni en los cafés de la zona sur, la vivimos en las ojotas, en las huelgas de hambre, en el hierro inoportuno, en el miedo oxidado.
Así entendemos el arte, una opción de vida que se hace y deshace en la cotidianidad, recubierta con ideología y fidelidad; el arte que no tranza con la soberbia de los afligidos cantores y poetas de manteles largos y corbatas azules.
En las calles conocí a mis mejores amigos, a mis mejores amantes. Su compromiso aún me interpela y me llama, ...desde que se fueron, desde que partí, desde que llegué vivo en espacios desconocidos, entre sombras que parecen pequeñas burbujas.
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