Vi llorar de muchas maneras: entre gritos, entre silencios, entre mentiras, entre olvidos, mas nunca tus lágrimas entraron a la estadística y menos las de hoy.
El fuego no se detiene porque mientras unos se esfuerzan por apagarlo, los pirómanos lo atizan al pregonar ser propietarios de la tierra, amén de advertir que es su derecho humano despojar el lecho a los indígenas, calcinar a los árboles, a los loros, a los jaguares, a las lagartijas, a los monos y a las tortugas.
El presidente promete que el desarrollo y el bienestar llegarán de China, pero antes, dice, debemos matar a las vacas, quemar las praderas y los bosques. Luego, la televisión muestra carreteras asfaltadas y wiphalas descoloridas, en eso, vocifera el aplauso de gordos enternados, prósperos comerciantes y cholas con dientes de oro.
Aquí, los académicos vestidos de azul, se esfuerzan con epítetos para responsabilizar del incendio al calentamiento global, a la derecha y al fantasma de Víctor Paz, entretanto, los colonos (como lo hicieron hace más de 500 años) arrasan los bosques, patean a los indígenas, excitan al fuego y prometen la eternidad a quienes hicieron del capitalismo primitivo la fuente de enriquecimiento de unos cuantos.
Se secan tus lágrimas cuando duermes, ojalá pudiera entrar a tu sueño para imaginar cómo los monos y los pumas retornan a su casa y entierran a sus muertos.
Javier calvo Vásquez
13 de septiembre de 2019
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