Llegamos con el cabello emblanquecido.
Al enfrentar al viento irascible en la punta de la carrocería, mis ojos creyeron perderse entre el cielo y el sol. Es la primera experiencia que recuerdo después de nacer.
Alguien me baja del camión Ford, luego me desviste y al sumergirme siento el calor que se desvanece con el contraste del sol. Me apoyo en la pared enmohecida de la piscina y ahora siento flotar de apoco. Desde aquí todo es transparente como la bruma.
-¡Mierda! ¡se está ahogando! –Dice una desconocida- en tanto recobro el frío y mis hermanos chapalean y juegan con la pelota.
Javier Calvo V.
11 de mayo de 2020
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