Nadie le dijo que está prohibido salir a la calle. Doña Herminia extiende su aguayo en la acera y distribuye en él pastillas de distintos colores. Mientras espera vender, su esquelético cuerpo se dobla pausadamente sobre el multicolor paisaje.
Debido al sueño intermitente no
sabe quiénes dejan -junto a las pastillas- naranjas, panes, plátanos y algunos
centavos. Cuando termina la tarde, se apoya en el viejo bastón hasta llegar a
su casa. Una tarde de mayo, luego de tocar la puerta por más de una hora, los
perros empezaron a aullar y el gato dio vueltas detrás de la cortina, hasta que
los vecinos gritaron desde sus ventanas.
-¡A todos se los llevaron! Dicen
que tienen Covid. Sin esperar que doña Herminia responda, ocultaron la cabeza.
Se sentó en la patilla, sacó de
la bolsa una naranja seca, la peló con dificultad y entretanto chupaba cada
rodaja, sus ojos brillaron con una alegría inusual.
Javier Calvo V.
Sucre, 23 de mayo de 2020
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