Escapo, escapo antes que se esconda el sol. Trepo las paredes junto al micro que cruza mercados, calles angostas de tierra y serpentea la cumbre asfaltada. Ahora, desde aquí, el centro de la ciudad solo parece una bonita postal. Estoy dentro de los ladrillos que, los de abajo y desde abajo, dicen que es lúgubre e inseguro. Sí, huyo del centro donde me siento intruso, un vendedor de cosas robadas. A la meseta del viento llegan los viejos fantasmas que empujan mi cuerpo gastado y avergonzado. Los veo jugar con la bicicleta de una rueda, con la pelota desinflada, con los perros cojos y viscos, en tanto la lluvia resbala por los ojos y enjuaga con sal la tierra abandonada.
Vuelvo a tomar la cámara, esta vez olvido a la semiótica de la imagen y a las técnicas fotográficas para construir signos respiren con cada detalle, cual palabras que pintan cuentos, poesías y se queden en las ventanas al lado de los geranios y los cactus.
18 de mayo de 2021
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