Ir al contenido principal

LABERINTOS DE LA DEMOCRACIA UNIVERSITARIA

 


Aunque es una verdad de Perogrullo, es preciso recordar que la universidad autónoma (1930) no es ajena al campo político, porque es -en sí misma- el espacio de poder por el que luchan docentes y estudiantes. Hasta 1971, la disputa se libra en el escenario de las ideas y en las negociaciones políticas, distinguiéndose por no recurrir a la violencia ni al fraude, ya que ambas deformaciones -como diría Jaime Mendoza (1874 - 1939)- son excluyentes del espíritu universitario[i].  El resultado de la elección de autoridades universitarias (en Asamblea universitaria y claustro posteriormente) representaba la hegemonía de una corriente de pensamiento al interior de la Universidad, no siempre a tono con la lucha discursiva librada en el país. Desde esa perspectiva, los rectores asumían un rol político preponderante en su relación con el Estado, lo que derivó -en muchos casos (1955, 1971)- en la intervención militar a los ambientes universitarios.

Hasta el 21 de agosto de 1971, fecha en que el coronel Hugo Banzer inaugura la dictadura militar, el Estatuto Orgánico de la Universidad de San Francisco Xavier (1957-1963) establecía que la elección de rectores debía realizarse bajo la modalidad de claustro, en él participaban con derecho a voto cinco representantes por estamento (estudiantes y docentes) de cada facultad.  Si ninguno de los candidatos alcanzaba dos tercios de la votación, se volvía a votar en dos oportunidades. Con todo, no se lograba el porcentaje requerido, el rector saliente difería la elección para una nueva fecha. El lapso entre la primera y segunda convocatoria se empleaba para las negociaciones internas, lo que en más de las veces provocó la renuncia de algún candidato, de esta manera se allana la elección del postulante que consiguió el mayor consenso. Al vicerrector se elegía en Consejo Universitario, los jefes de carrera o directores, como se los conoce hoy, en claustros facultativos.

El retorno a la democracia (1978), significó para la universidad pública cambiar el sistema de elección de sus autoridades. Para el efecto, sus impulsores desconocen el Estatuto Orgánico de la Universidad y más bien invocan a la Constitución Política del Estado (CPE) para justificar el derecho de profesores y alumnos en la elección de sus autoridades. Ante la ausencia tácita de un instrumento legal que abale tal cambio, se recurre a la Ley Fundamental de la Universidad Boliviana, LFUB (1972-1975), que en su artículo 73 se refiere a la composición del electorado en la elección del rector. Bajo ese marco se aprueba la convocatoria con la aquiescencia del régimen militar. Sin embargo, los dirigentes estudiantiles no la reconocen por estar sustentada en la LFUB, plantean más bien una nueva convocatoria con base en el Estatuto de la Asociación de Universidades Bolivianas (1969).[ii]

Con la recuperación de las libertades políticas, se infiere que la universidad boliviana debe superar el voto representativo para alcanzar el voto universal. En opinión de los dirigentes de ese tiempo, únicamente a través de la voluntad popular se podía ejercer la democracia plena y la autonomía universitaria; desde esa mirada, el sistema de claustro era elitista y excluyente porque negaba el derecho político de la gran mayoría de los universitarios. Con todo, no existe en la legislación universitaria anterior a 1978, un artículo que mencione que el universo de docentes y estudiantes tienen el derecho de elegir a sus autoridades, mas es paradójico que la redacción de la convocatoria a elecciones en 1978 coincida literalmente con el artículo 73 de la LFUB, “El claustro universitario está constituido por todos los profesores ordinarios en ejercicio, a tiempo de la convocatoria y por todos los alumnos regulares de la universidad respectiva”. El sentido de este artículo se mantiene hasta la fecha.

Esta manera de designar a los rectores y demás autoridades, trajo consigo la creación de los comités electorales conformados (en igual proporción) por dirigentes de la Federación Universitaria Local, FUL y la Federación Universitaria de Docentes FUD (Cogobierno paritario docente – estudiantil), además del rector saliente que vota para dirimir en caso de empate. La atribución del Comité Electoral es administrar el proceso electoral: inscribir candidatos, habilitar e inhabilitar candidaturas, controlar el conteo de votos y proclamar a los ganadores.

Desde el sufragio universal de estudiantes y docentes, las elecciones universitarias se caracterizan por la fácil promesa, la futilidad, las dádivas, las fiestas, el derroche de recursos económicos, la propaganda en medios de comunicación y la guerra sucia. Las operadoras que mueven las campañas electorales son corporaciones dirigidas por intereses prebéndales, no obstante, nada de lo anterior puede garantizar la victoria si es que los candidatos no tienen el respaldo orgánico de la FUL o FUD, salvo escasas excepciones, algunos candidatos logran el apoyo de las dos federaciones lo que facilita su elección. El financiamiento de las campañas siempre ha sido un tema vedado y oscuro, se manejan distintas versiones que insinúan que el apoyo económico proviene de los partidos políticos, de grupos de poder incrustados en las universidades y del aporte individual de docentes y administrativos que quieren acceder a cargos de privilegio.

Por lo descrito hasta ahora, es oportuno preguntar: ¿Es posible confiar en la administración transparente de las elecciones universitarias cuando son dirigidas por los actores que luchan por el poder universitario (FUL y FUD)? Aunque la pregunta trae consigo una respuesta obvia, no está demás decir que la verdadera batalla electoral no está en quien seduce a más electores, sino en quién tiene la capacidad de controlar la Comisión Electoral.

Al ser la universidad una entidad centralizada, de corte aristocrático donde la figura del rector concentra todos los espacios y decisiones (nada se hace sin él, todo se hace por él), es común que los rectores pretendan ampliar su poder interviniendo en las elecciones de la FUL, FUD y centros de estudiantes a través de la designación arbitraria de sus acólitos en el Comité Electoral, instancia que -en más de las veces- aprueba actas observadas, inhabilita a los frentes opositores y abala cualquier resultado, aun contrario al sentido común.

El resultado de las elecciones en ambos estamentos sirve de termómetro para medir el poder efectivo del rector, si no lograr controlar la FUL, FUD o centros de estudiantes, significa que ha perdido poder y que se avecina un torrente que encumbrará a futuros candidatos al Rectorado, además de mostrar la línea delgada de su estabilidad.

Por lo expuesto, las futuras autoridades de San Francisco Xavier, tienen un solo camino si quieren fortalecer la autonomía y la democracia universitaria: crear una Comisión Electoral permanente que administre todos las elecciones internas en San Francisco Xavier: Rectorado, Vicerrectorado, decanaturas, direcciones de Carrera, FUL, FUD, centros de estudiantes, células de docentes y Sindicato de Trabajadores Universitarios, cuyos integrantes sean nombrados por el Congreso Universitario (o en su defecto por el Consejo Universitario) luego del concurso de méritos y examen de competencia. Este órgano electoral, tendría que operar de manera independiente al rector, FUL, FUD o cualquier gremio universitario, además, debe administrar su propio presupuesto y ejercer control de su personal administrativo.

Cualquier intento de reforma universitaria, necesariamente tiene que partir de la autocrítica sincera, la reflexión y el debate, solo así se develará el lugar donde se estanca el charco.  La formación, la investigación, la influencia académica de la universidad en el desarrollo del Departamento no dependen de acciones individuales, ni siquiera de quien logra la mayor cantidad de votos, sino de los cambios que reorienten la cultura política universitaria, esto es, plantear nuevas relaciones de poder entre los actores que hacen a la universidad, sin que esto signifique desterrar el voto de todos los docentes y estudiantes, por el contrario, la democracia universitaria tiene que fortalecerse con una nueva modalidad de elección de autoridades que privilegie los méritos y la producción intelectual, bajo la protección de un órgano electoral independiente y descentralizado de quienes conforman el cogobierno universitario, es decir, libre de quienes pugnan el poder universitario.

Javier Calvo V.

23 de noviembre de 2022

 

 

 

 

Referencia bibliográfica



[i] Jaime Mendoza. La universidad Charcas. 1924. Ensayo leído durante el acto de homenaje a los 300 años de fundación de San Francisco Xavier.

[ii] El III Congreso de Universidad, realizado la ciudad de La Paz del 15 al 22 de mayo de 1969, aprueba la creación de la Asociación de Universidades Bolivianas (AUB) y su respectivo Estatuto que tiene como principio rector “Coordinar las actividades académicas y administrativas de las entidades asociadas, con el fin de establecer un sistema articulado de la educación superior del país”. Así también queda establecido en el artículo 3º inciso c) La Asociación de Universidades Bolivianas se gobierna por el régimen democrático y la representación paritaria de profesores y estudiantes. Sin embargo, el 4º es claro al explicar que las universidades son libres en su organización, siendo la Asociación de Universidades Bolivianas una instancia de coordinación, por lo que rechaza cualquier medida de centralizar las universidades “En consecuencia, reconoce el derecho que tienen los distritos universitarios a mantener y desarrollar sus actuales estructuras, Facultades, Escuelas e Institutos”.


Comentarios

Entradas populares de este blog

EL ICH’U DE POCOATA: HAY QUE TENER PELOTAS PARA ENTRAR AL CENTRO DE SUCRE

Sentado en el borde del muro descolorido, el Ich’u juega con el equilibro, sujetando su delgada voz en el charango a quien abraza como a una wawa de pecho. Las cuecas, los huayños y los bailecitos nos ayudaron a tragar a ese infame trago mezclado con Yupi. Él cantaba sin descansar con los ojos cerrados, y yo, a su lado, le pasaba de rato en rato el vaso desportillado lleno de alcohol. Luego de 20 años me encontré con José Luis Santander, el I’chu, caminaba despacio por la calle Arenales rumbo a la Plaza 25 de Mayo y en medio del acostumbrado “¿cómo te va?” le comenté que lo vi en la televisión cantando y zapateando en un programa dominguero, así es, dijo José Luis, como hasta ese día creí que se llamaba. Con cierta seguridad, mencionó que hace siete años decidió vivir de la música y aseguró que no hará otra cosa en adelante. Quedé sorprendido, y porque no admitirlo, forrado por una profunda envidia, para compensar ese sentimiento le propuse entrevistarle, de esa ma...

LA TROMPETA DE FELIPE

  Lo acusan de robar una radio National, una plancha Phillips, una máquina de escribir marca Royal modelo 1951 y un tocadiscos Pioneer de dos velocidades. Lo detienen en la puerta del colegio dos policías de civil. La directora interrumpe violentamente la clase de música y solicita al profesor dar permiso al estudiante Cabrera para encontrarse con sus padres que lo requieren en la puerta del establecimiento. Felipe, antes de salir, guarda los cuadernos, las carpetas y libros en el compartimento del pupitre y se retira peinando -con los dedos de uñas largas- sus encrespados cabellos negros. La maestra lo acompaña hasta la puerta de salida y, sin esperar que Felipe se despida como suele hacerlo todos los días, cierra el portón de madera con tal fuerza que el eco tosco revota como pelota de ping pong entre las paredes de ladrillo. Al pie de la acera, endereza la mirada para buscar a sus padres; en eso, una mano ancha y sudorosa agarra el brazo de Felipe y sin dar tregua ni tiempo ...

GUILLERMO FRANCOVICH

  “La gratitud primigenia es el deberse a otro”, sentenció Heidegger, al explicar que en la gratitud el alma recuerda lo que tiene y es. A. Constante (2005), sintetiza la idea al señalar que la gratitud no es más que el agradecimiento por la herencia recibida. “Gratitud es la respuesta al don recibido. El supremo don es aquello que somos, la dote que somos”.   De ahí, entendemos que la ingratitud es propia de los sin alma que, en el caso de Bolivia, se empeñan en confinar nombres que dedicaron su vida a la producción del pensamiento y a dejar frutos (hasta hoy disfrutados) en las instituciones donde les tocó servir, es el caso de Guillermo Francovich que su hazaña más grande no fue ser catedrático, rector, diplomático, ni recibir reconocimientos en muchas partes del planeta, no, su hazaña -como muy bien apunta H.C.F. Mancilla- son sus libros, a pesar de saber que la “colectividad boliviana recibía sus obras con un silencio de tumba”. Muchas investigaciones abordan el pensa...