Habituado a ver los mismos rostros mientras duermo, un día ingresó una mirada desconocida que detenía su respiración y festejaba su brillo. En este mundo de espejos todo parece igual, incluso las repentinas caídas que no tienen fin. La peregrina se abrió paso para obligarme a dar vuelta. No reconocí su luz ni la sombra que proyectaba sus ojos A pesar de las anchas avenidas y los rascacielos, nada cambió, al final y como antes, me senté en una banqueta desde donde observé a quienes transitan en mis sueños. Te acuerdas, cuando nos conocimos simulé tener prisa hasta que me detuvo tu contemplación que sin verla sabía que estaba ahí, insististe y planteé desafiar tu atrevimiento para huir con hidalguía, mas, tu forastera vigilia -que parecía perdida- fue lo único nuevo que encontré y me retuvo en este espacio eterno. Pasé raudamente por el Prado y corrí entré la prisa de los autos y el barullo de la confusión… llegué a la plaza y aún esperabas… nos hallamos y desde ento...